Ximena respondió con sarcasmo:— ¿Qué casualidad tan grande, no? Ambos viven uno frente al otro. ¿Quién sabe si por la noche se visitan? ¿Cómo puedes probarlo? ¿Cómo puedes demostrar tu inocencia?
Andrea sonrió fríamente:
— ¿Por qué tendría que probarlo yo? Si afirmas que Vicente y yo manteníamos una relación impropia durante mi matrimonio, muestra las pruebas. Si no puedes presentar evidencias, tengo derecho a demandarte por difamación.
Ximena nunca había visto a Andrea enfrentarla con tanta firmeza.
Se quedó momentáneamente sin palabras.
En su mente, Andrea seguía siendo aquella joven sumisa que anhelaba su aprobación.
No esperaba que hubiera cambiado tanto... ¿amenazándola con una demanda?
Seguramente ese Vicente la había influenciado negativamente, dándole confianza.
Cuando los vio juntos en el restaurante, sintió que algo no iba bien.
Y efectivamente, Andrea había cambiado, escapando completamente de su control.
Pero Ximena no tenía intención de rendirse.
— Ustedes dos salían a cen