No dudó un segundo… Ella lo besó. Aferrándose a su cuerpo, lo besó una y otra vez, un beso que por supuesto, ese macho correspondió. Sus labios moviéndose con una sincronía perfecta, movimientos feroces y placenteros. Una de las manos de ese Alfa se infiltró bajo su blusa, tocando directamente su piel, dejando un rastro ardiente como fuego a su paso, hasta llegar a su pecho. Su otra mano fue lentamente desde la cadera de la hembra, hacia su trasero y…
¡Ella recordó el anillo! ¡Avergonzada, le dio un empujón!
—Ah~ no… —pidió con su voz temblorosa y ahogada en el placer.
Zefor arqueó una ceja, viéndola con incredulidad. Podía sentir que ella también lo deseaba con desesperación, y aún más… Que esa atracción iba más allá de algo como el amor.
«Es absurdo que lo creas… Yo no logro identificarla como mi mate, Zefor», le dijo internamente su lobo, Zik.
Él volvió a acercarse a Adalet, que se encontraba arrinconada contra el grueso pilar de piedra con musgo y enredaderas. La luz de