Un recuerdo más y otro más, iban siendo recuperados. Todos de golpe en su mente.

Ella, más grande, unos diez años. Haciendo un hechizo a escondidas… Consiguió abrir una pequeña grieta en la celda.

Lo logró, y se escapó.

Corrió por los pasillos del laboratorio, descalza, con el corazón a punto de estallar. Escapó tantas veces…

Pero siempre la atrapaban.

Siempre sufría en garras de Ingrid o su fiel secuaz, Falco.

………..

Hasta aquella vez…

El recuerdo vino nítido, como si no hubiese pasado el tiempo.

Una noche de luna llena que se tornó oscura bajo una tormenta sorpresiva.

La tormenta se cernía sobre el profundo bosque.

Una pequeña lobita marrón, prematura, de ojos verdes esmeraldas, corría.

En su hocico…

Una daga dorada.

Un arma ancestral de la diosa Luna. La llevaba con dificultad, pero no la soltaba.

Llovía y ella seguía avanzando… Hasta que estuvo lo suficientemente lejos del templo.

—Soy… Soy una Luna… —la cachorra volvió a su forma humana y cayó de rodillas