Zara
El aire en el interior de la cabaña está completamente cargado de magia.
Puedo sentirlo vibrar en cada rincón, en cada una de las sombras que se alargan en las paredes con la tenue luz de las velas.
Y sé que algo no está bien.
Algo está cambiando.
Puedo reconocerlo…
Con el ceño fruncido, miro a Hades, preocupada.
El niño está sentado en el suelo, con las piernitas cruzadas y la mirada perdida en el fuego de la chimenea.
Está demasiado callado…
Demasiado inmóvil.
Y eso no me da ningún buen augurio.
Conozco extremadamente bien la magia y a este pequeño como para saber que esto no es normal.
Porque sí, Hades no es de los niños que suelen quedarse quietos.
Siempre está preguntando, buscando respuestas… Es inquieto, curioso, un niño que apenas puede ser contenido.
Sin embargo, esta noche es totalmente diferente.
—¿Hades? —lo llamo en voz baja y cautelosa.
Pero él no responde.
Sigue con la mirada perdida en las llamas, como si en ellas pudiera ver algo que yo no.
Me arrodillo junto a