Santiago entró en la biblioteca de su padre con paso firme. Don Samuel ya estaba allí, mirando por la ventana, como si esperara su llegada. Sabía que su hijo no estaría tranquilo hasta que no saque a esa mujer de su casa, y debía aceptar que ellos eran los verdaderos culpables de todo lo que estaba sucediendo.— Si viniste a hablar sobre Alexa, ya sé lo que vas a decir —. Dijo Don Samuel, sin volverse.Santiago se detuvo frente a él con una leve sonrisa en los labios.— ¿Sabes? He estado observando… y me he dado cuenta de que estás mucho más tranquilo de lo que esperaba —. Comentó, con una pizca de sarcasmo.Don Samuel se giró en su silla, sus ojos brillando con frialdad.— Nunca subestimes a una serpiente, hijo. Aunque parezca tranquila, siempre sabe cuándo morder.Santiago asintió, la seriedad reemplazando su tono.— Eso es exactamente lo que estoy haciendo. Estoy esperando a que muerda.El silencio se hizo denso. Don Samuel estudió a su hijo, como si estuviera buscando algo en sus
Alexa, viendo cómo la situación se le escapaba de las manos, intentó recuperar el control. Con una mirada desafiante, se dirigió hacia la madre de Santiago, que había estado observando en silencio desde la esquina del salón.— Doña Isabel —. Dijo, usando el tono más dulce y convincente que pudo—, yo soy la prometida de Santiago, ¿acaso no lo sabe?La sala se llenó de un murmullo incómodo, pero nadie respondió de inmediato. Santiago la miró, irritado, mientras Savannah mantenía una postura firme junto a él. La madre de Santiago, Doña Isabel, apenas parpadeó, sin dejarse impresionar.—¿Qué estás diciendo, Alexa? —. Dijo Santiago, con una furia contenida, pero su voz sonaba como una advertencia.— Lo que estoy diciendo… — Continuó Alexa, levantando la barbilla con altivez— es que el acuerdo fue claro. Cuando fui enviada aquí, me dijeron que formaría parte de esta familia. Y lo que veo es que me están excluyendo sin razón. Esto no solo afecta mi futuro, sino el de todos ustedes.Doña Isab
Santiago se dirigió a la oficina de su madre con paso firme, su rostro una mezcla de furia y desconcierto. No podía creer lo que había descubierto. La mujer que siempre había considerado la figura de autoridad en su vida, la que había respetado y confiado, había sido la responsable en gran parte de los problemas que había enfrentado con Alexa. La revelación había sido el último golpe para Santiago.Al llegar a la puerta de la oficina de Doña Isabel, Santiago no dudó ni un segundo. La puerta estaba entreabierta. Sin esperar a que su madre lo invitara a entrar, empujó con brusquedad la puerta y la cerró con fuerza tras de sí.Doña Isabel levantó la vista del escritorio, sorprendida por la entrada repentina de su hijo.—¿Santiago? — Dijo, con una leve sonrisa, pero su mirada estaba tensa. — ¿Qué pasa? — Preguntó, notando la tensión en su hijo.Santiago cerró los ojos un momento, respirando profundamente. Luego, con la voz dura y decidida, comenzó a hablar.— ¿Por qué no me dijiste la ve
Después de la conversación con Elías, Santiago sentía que se había quitado un peso de los hombros, pero aún había algo que debía hacer. Savannah. Sabía que ella también había estado sufriendo en silencio, viendo cómo todo esto los alejaba, y si bien había demostrado ser fuerte, Santiago quería reconectar con ella. Quería asegurarse de que su relación no se viera rota por lo que había sucedido.Por lo tanto, Santiago se dirigió rápidamente hacia la pequeña mansión de Savannah, quien se mantenía lejos de su familia para que nadie interfiriera en su vida.Al llegar, entró directamente debido a que Savannah le había entregado una llave desde hace mucho tiempo, al entrar a su habitación, la encontró sentada junto a la ventana, mirando hacia el jardín, con una expresión pensativa. Al ver a Santiago entrar, Savannah sonrió suavemente, pero había una sombra en su mirada.— ¿Todo bien? —. Preguntó Savannah, tratando de leer su expresión.Santiago se acercó y se arrodilló frente a ella, tomando
Alexa caminaba por el jardín trasero de la pequeña casa en la que se encontraba, no podía volver con su familia, quienes no sabían nada sobre lo que estaba pasando, ellos por ningún motivo debían enterarse de todo lo que estaba haciendo porque entonces, al final no tendría ningún lugar al cual volver. No podía evitar sentirse nerviosa, esperando noticias. Estaba convencida de que Isabel lograría controlar a Savannah, que lograría, como siempre, imponer su voluntad.Pero la noticia llegó más rápido de lo que esperaba... y no era en absoluto lo que deseaba escuchar. Una de las empleadas, sin saber que llevaba pólvora en sus palabras, murmuró al pasar:— La señorita Savannah ya habló con Doña Isabel.— ¿Qué dijiste? — Alexa se giró con rapidez, los ojos entrecerrados.— Que ya hablaron... y, bueno... — La joven bajó la voz—, parece que Doña Isabel no logró convencerla de nada. La señorita Savannah dijo que no piensa irse. Que se quedará con el señor Santiago... para siempre.El mundo de
Santiago caminó por el pasillo hacia el estudio de su padre, con pasos firmes y decididos. Bertha le había dicho que allí, en un viejo archivador de la familia, era donde solían guardarse los contratos antiguos. Al llegar, cerró la puerta tras de sí y fue directamente al mueble de madera maciza. No podía arriesgarse a moverse a ciegas. Tenía que saber exactamente con qué estaba amenazando Alexa... y qué margen de maniobra tenían.Empezó a revisar carpeta tras carpeta, sus dedos manchándose de polvo mientras apartaba documentos olvidados. Hasta que lo encontró. Una carpeta de cuero desgastado, marcada con el sello familiar. La abrió con cuidado y leyó el título: "Acuerdo de compromiso - Familia Castañeda y Familia Bernain." Su estómago se contrajo.Leyó cada línea con atención, su ceño fruncido volviéndose cada vez más pronunciado. El contenido era un poco vago, pero hablaba de fortalecer la unión de ambas familias en el futuro "por medio de vínculos matrimoniales" si las circunstanci
El motor del auto se apagó frente a los altos portones de hierro forjado. Santiago no esperó a que el chofer le abriera la puerta; después de tres días en Madrid cerrando acuerdos y rodeado de trajes vacíos, necesitaba respirar el aire de su hogar.La mansión se alzaba con su habitual sobriedad elegante, sus muros blancos contrastando con el cielo gris de la tarde. Todo parecía en orden… al menos, en la superficie.Caminó por el pasillo principal, su maleta aún en la mano. El silencio de la casa era extraño. A esta hora, siempre había algunos empleados en los alrededores.— Señor, bienvenido. — Su nana aparece frente a él. — No lo esperaba hoy.— ¿Dónde están todos? — Habló con tono grave, dejando su abrigo sobre la silla del recibidor.— Bueno, todos terminaron sus deberes temprano y se fueron a descansar. — Habla con calma.Él no dice nada más, y decide ir a su habitación.Subió las escaleras con paso firme, pero al doblar por el pasillo que conducía a las habitaciones, algo lo det
Santiago subió las escaleras con pasos pesados, la sangre ardiendo en las venas. Marcó el número de su madre sin pensarlo. Al segundo tono, ella respondió.— Hola, hijo.— ¿Por qué está aquí? — Soltó él, sin cortesía, sin preámbulos.Del otro lado de la línea hubo una pausa. Luego, la voz de su madre se volvió serena, casi condescendiente.— Sabes perfectamente por qué, Santiago. Necesitas compañía. Alguien que te ayude. Alexa es… — ¡No necesito a nadie! — La interrumpió. — Y menos a una desconocida que se mueve por mi casa como si le perteneciera.— No es una desconocida. La conoces. La has conocido desde hace más tiempo del que admites.Santiago apretó el teléfono con fuerza. Sabía que sus padres no se detenían ante nada y que siempre vigilaban cada uno de sus movimientos. — No quiero que se quede. No confío en ella.— No es cuestión de confianza. — Dijo su padre, tomando la llamada en conferencia, como solía hacer cuando las cosas se ponían serias. — Es cuestión de lo que está en