El estrépito asiduo de los signos vitales de Jean Paul, alarmaron a la totalidad de médicos del hospital. El mayor de los Sonobe, sufría un desplome en su pulso cardíaco.Mientras la ola de médicos merodeaban presurosamente la estancia preparando el desfibrilador, la mente de Jean Paul viajaba al día en que le propuso matrimonio a Adeline._ Yo te amo, te lo he demostrado hasta el cansancio y aun así la prefieres a ella cuando solo te ha sido indiferente al amor que le concedes siempre. _ vociferó Zafira golpeando el escritorio.El mayor de los Sonobe reclinó la silla del escritorio pasmando sus ojos de avellana en ella._ ¿Un acostón de una noche te produjo tanta devoción hacia mí?. _ embozando una sonrisa altanera negó con la cabeza. _ Han trascurrido tantos años desde esa noche y sin embargo recuerdo nítidamente mis palabras. Que te coja no significa que sienta algo por ti. No puedes decir que no te lo advertí, no soy como mi hermano menor, no hago el juego previo para luego llevá
Sus ojos dorados, contemplaron la sangre brotar de los cadáveres desparramados en la nieve, al bajar desasosegado del Jeep. Montículos de soldados, de ambos bandos, se encontraban aglutinados en distintas áreas del palacio.La tormenta había cesado, el panorama blanquecino se dispersó por completo. El cielo se tornó oscuro, avecinando la noche.Jean Pierre caminó sobre el pórtico ensangrentado, atravesando la puerta entreabierta seguido por André.Soldados aún en pie, auxiliaban a los heridos, otros instauraban estrategias de contraataque y el resto se preparaba para el batallón.Cada ejército lo simbolizaba una tonalidad específica, según a la familia que servían. Los Petrova portaban una armadura roja, los Salvatore un arnés negro, los Lancaster vestían con coraza cobriza, los Grey con montura plateada y los Sonobe figuraban el dorado en sus carcasas._ Amo Sonobe, el ejército rojo y negro nos traicionaron. _ Informó Damien en muletas y con heridas severas en todo su cuerpo. _ El ej
Aquellos gélidos ojos grisáceos contemplaban las sombras que se adentraban al ventanal con temor. Como si la sombra proyectada por el roble fuera a tirar de sus pies y sumergirla nuevamente al abismo del que hace varios años se esmeraba por escapar. Adeline retrocedió tambaleante, temerosa por el monstruo que su imaginación había creado. Las frondosas ramas asemejaban filosas garras que amenazaban en capturarla. Se sentía atrapada, asfixiada, le habían arrebatado la máscara que portaba._ No lo entiendes, no tenía opción. _ musitó, escuchando su propio latir feroz._ ¿No tenías opción?. _ preguntó incrédulo sonriendo. _ Siempre hay opciones Adeline, tú escoges que camino tomar. Eres esto, una joven que consume medicamento como si fueran dulces porque no puede lidiar con lo que realmente es. _ acercándose a ella, zarandeó sus hombros. _ ¡Dilo! ¡Quién eres!._ ¡Soy un monstruo!. _ Vociferó derrumbándose en la alfombra, rompiendo en llanto.Castiel se hincó ante ella, apartando con deli
En la mansión Sonobe, el hermano del medio, contemplaba el reloj de madera que descansaba sobre la mesa de noche de su aposento.Se hallaba encorvado, sentado a un costado del colchón, portando unos pantalones de vestir negros y zapatos de cuero del mismo color. Su espalda tonificada y desnuda, dejaba a la vista cada una de las cicatrices que la recubría, todas amontonadas, encapotadas entre sí. Algunas por azotes de látigo, que de vez en cuando, su padre le infligía por desobediencia. No obstante, gran parte de estas, habían sido quemaduras de cigarro, que su madre propinaba, como si se tratara de un cenicero.Aquellos ojos de oro evocaron a su yo infante encadenado a uno de los escritorios de la biblioteca. Su cuello adherido a una gargantilla metálica, sujetaba las demás cadenas que lo sometían.El pequeño Jean Pierre, se restregaba con dolor a causa de un enorme cardenal provocado por la fricción del collar en su cuello. Aun cuando el dolor se volvía insoportable, no se atrevía a
El estremecedor sonido del arco rozando delicadamente las cuerdas frontales del violín conducían a Jean Pierre, en medio de la vasta oscuridad del sitio, a Adeline.El resonar de su corazón acrecentaba a medida del afanoso acercamiento que se avecinaba. La hipnótica melodía que denotaba el instrumento, se volvía cada vez más audible conforme él se encaminaba hacia ella.La exigua luz blanquecina que salía desprendida del escenario a la prolongada alfombra roja que recorría, lo detuvo. Sus ojos dorados se sellaron, sus manos trémulas sudaban, su palpitar se intensificaba. Tragó saliva, en un intento desesperado por contenerse. Solo tenía que adentrarse al auditorio y la vería. El hermano del medio se adentró al Gran salón, colmado por fastuosos adornos de tonos dorados y rojos. Una mesa extensa al frente del escenario, bañada en oro y con incrustaciones de diamante naranja, contenía un mantel rojizo sobre un par de velas encendidas, una botella de vino en el centro, con sus dos copas
El Téâtre des Variétés se hallaba envuelto en una colorida dispersión de resplandor. Una combinación extravagante de distintas tonalidades salían desprendidas a través de reflectores que se encontraban adheridos a la estancia, dando de ese modo iluminación completa al auditorio.Asientos acolchonados de color vino lo componían. Estos espacios los ocupaban la audiencia, quiénes portaban atuendos de gala que les concedía un aura elegante.A pesar del refinamiento que se percibía en ellos, no se comparaba en lo absoluto con la presencia de un grupo en particular. Cuyo apellido hacía mención de todo lo que eran, hombres adinerados y con poder. Los tres hermanos Sonobe. La ostentosidad que estos imponían sería perceptible ante el ojo público, siendo para los hermanos imposible pasar de inadvertidos.Además de fundar la empresa más prestigiosa en todo Francia. Estos se dieron a conocer en otras partes del mundo, debido a las negociaciones cuantitativas que estos efectuaban. No hace más d
Los primeros rayos de sol atravesaban los ventanales de la habitación. Su tenue luz alumbraba en dirección a la figura de la joven acostada. La cuál no paraba de removerse en el colchón.Su pecho le palpitaba con fuerza, provocando que su respiración se volviera inestable.Una capa de sudor gélido brotaba desde su frente, cayendo a ambos costados de su pálido rostro.Sollozos intermitentes dejaban sus labios con temor.Súbitamente se despertó del estado somnoliento en el que se encontraba.Atemorizada por la pesadilla en la que se había sumergido. Con su antebrazo retiró cualquier rastro de sudor presente.Soltando un sonoro suspiro, se dirigió rumbo al baño. Ya habían pasado dos días desde que tocó en el Téâtre des Variétés y la imagen del hombre que la había ido a visitar al camerino aún la tenía pensante.Buscando en la vitrina, dio con un frasco repleto de pastillas. Vertió el recipiente en su mano para poder consumirlas.Sus ojos grisáceos se encontraron con su reflejo en el espe
Unas imponentes rejas cedían el paso a un amplio jardín, el cual contenía una exuberante vegetación. En el centro, una cascada con forma indescifrable concedía un aire regio al lugar.Gianluca percibió el asombramiento que esta sentía ante lo contemplado._ No es tan impresionante como esto. _ Expresó con entusiasmo, dirigiéndola a lo que parecía ser una gran cochera con docenas de vehículos adentro. Distintos colores y marcas lo conformaban. Estos se hallaban aparcados en numerosas filas._ Woow. ¿En serio le das uso a todos?. _ Murmuró ella, bajándose del coche._ Por supuesto, es como cambiarse de ropa para mí. _ Respondió tranquilamente. _ Además, no todos los que ves me pertenecen, muchos de ellos son propiedad de mis otros hermanos. _ Dijo mientras se estacionaba en su respectivo espacio.Adeline salió del trance atónito en el que se encontraba, rodando los ojos ante la respuesta de él._ Muy bien, ahora a buscar. _ Expresó con osadía, para luego adentrarse a un Ferrari F8 Tribu