28/ Ya no quiero jugar más. p2

—Vas a venir conmigo. Tú y Estrella. Y a la más mínima intención de hacer algo volaré a tu hija. Así que dile a tu cachorro que no se le ocurra hacer una mala jugada.

—¿Cachorro yo? Podría ser, pero sin dueño. En todo caso, sería al revés.

Ruedo mis ojos al escucharlo. No puede dejar de replicar por lo menos un segundo.

—Heikel…

—En fin. Ya me aburrí de todo este intercambio absurdo de palabras —revisa su oreja y de allí saca un micrófono que tenía escondido. Lo miro con incredulidad. ¿En qué momento…?

Oh. Puede que así también se enterara que Rebeka nos perseguía.

Bueno, como sea. ¿Qué demonios planea hacer?

—¿Te crees muy listo? —Reta mi abuela, y el demonio a mi lado sonríe ampliamente. La verdad sí que es una sonrisa espeluznante.

—Te invito a detonar la bomba.

—¿Qué m****a dices…? —Volteo a mirarlo. Él no se inmuta en mí. Empieza a caminar hacia mi abuela.

—Detente o voy a…

—¿Detonar la bomba? —Heikel llega a su lado y le arrebata su celular.

Yo respiro en alivio, pero entonces vuelvo a ponerme alerta cuando lo escucho decir:

—Tranquila. Lo haré yo por ti.

Niego con mi cabeza y quiero saltar sobre él cuando lo veo apretar varias veces sobre la pantalla del celular, pero nada pasa. Así que retrocedo el paso que ya había dado.

—¿Te he dicho ya que tengo al mejor Hacker trabajando para mí?

Tomo una gran bocanada de aire. Creo que tendré un infarto si seguimos con este tipo de sucesos y cambios bruscos.

—Papi… —escucho un susurro tembloroso.

Volteo a mirar a Estrella. Puede que ya la bomba no sea una amenaza para ella, pero el arma que pegada de su cabeza, sí. El hombre a su lado, que a su vez es quien le está apuntando, la hace levantarse.

Heikel retrocede y voltea a mirarme. Suspiro.

—Yo siempre tengo un as bajo la manga. O en todo caso, un plan B, C, D y hasta uno Z, por si se tuercen las cosas.

—Iré contigo —me decido. La mirada de mi abuela se ilumina. Puedo ver el deseo en sus ojos.

—Excelente decisión.

—Pésima decisión —la contradice Heikel, mirándome incrédulo.

Vuelvo a mirar a Adelaida.

—Prométeme que una vez que nos tengas, vas a tratarnos bien. Sobre todo a Estrella.

—Te prometo que nuestra hija Estrella será criada por nosotros dos con nada más que amor.

Las arcadas y ganas de vomitar llegan a mí. Aprieto mis ojos con fuerza y los abro, haciéndome a la idea de lo que está por ocurrir. Comienzo a dar pasos lentos, pero firmes. Llego donde está Estrella y ella se levanta. Salta sobre mí y yo la cargo, sujetándola con fuerzas.

—Andando —ordena Adelaida.

El hombre que le apuntaba a Estrella ahora tiene dos armas en sus manos. Con una apunta a mi hija y con la otra a mí. A medida que vamos bajando retiro la bomba del cuerpo de mi hija y tiro el aparato en el suelo. Ella solloza con su rostro escondido en mi pecho, mientras yo no dejo de susurrarles palabras y asegurarle que todo estará bien.

Terminamos de bajar las escaleras. Quiero soltarle un puñetazo el estúpido hombre que nos apunta porque me golpea la espalda haciéndome ir más de prisa y ya van dos veces en las que casi caigo y tengo encima a Estrella. Si algo le pasa a mi hija, aunque sea un mínimo golpe, se me van a olvidar mis principios.

Salimos del edificio. En cuanto cruzamos las puertas, la saliva pasa por mi garganta y mi cuerpo tiembla en anticipación. Llegó el momento de la verdad.

Un auto se detiene frente a nosotros. La ventana baja y una nueva bofetada imaginaria me golpea con todas las fuerzas en el rostro cuando veo su chofer: Edward. Es Edward. El hombre que quiso quitarle la empresa a Farah. El que, hasta hace poco, quería hacer un pacto para tener prisión domiciliaria y no tener que ir a la cárcel.

Ahora sí que se ha ganado el pase derechito a un calabozo.

Maldito hijo de....

Prefiero guardarle mis palabras. Lo miro con odio, sí, pero prefiero no decir nada. Mi hija sigue estando a mi resguardo, y no quiero que escuche cosas que no debe.

—¿Qué están esperando para subir? —Pregunta mi abuela, impaciente.

Jamás pensé que podrían estar trabajando juntos. ¿Llevan tiempo en esto? ¿O fue algo que planearon luego?

Las respuestas a esas preguntas son las que menos importa. Al menos no cuando suena el primer disparo. Me quedo en mi sitio, protegiendo lo mayor posible a mi hija con mi cuerpo. Si llega a haber algún desliz o bala fuera de lugar, prefiero que me dé a mí.

Aunque no debería ser.

Heikel ha asegurado que ese francotirador es el mejor.

Dos disparos más suenan y mi cuerpo tembloroso se detiene abruptamente cuando todo queda en silencio. No me muevo. Tengo miedo de voltear y ver que todo salió mal.

Sin embargo, la voz de Heikel me hace querer mirarlo.

—Si Snape no hacia bien su trabajo, me iba a molestar mucho. Sus servicios fueron muy costosos. —Dice, refiriéndose al francotirador.

Sigo sin querer soltar a mi hija. No la dejo ver los cuerpos alrededor nuestro. Hasta a mí me da impresión. Creo que tendré pesadillas con esto por varias noches.

Solo espero que no sean muchas.

Miro el cuerpo del hombre que nos apuntaba. Tiene tres disparos en la frente. Cada uno seguido del otro, en forma de linea recta. Volteo a mirar a Edward, tiene los mismos tres disparos, exactamente igual.

—Él… —intento hablar, pero no puedo. Siento mi garganta reseca.

—No sabíamos que venía y tú solo me diste una orden con tu abuela. De este no me dijiste nada, así que tomé yo la decisión de que… —para no decir la palabra ‘’mataran’’ y que así Estrella no escuchara, me hizo una seña donde movía su dedo índice alrededor de su cuello.

—Y ella… —susurro, mirando a mi abuela.

—Está viva. No le dio en un lugar importante. Estará en la cárcel tal y como querías. Sin privilegios —asiento. Respiro profundamente y cuando Estrella se remueve entre mis brazos comienzo a caminar con ella, todavía tapando su rostro contra mi pecho —. Mis hombres se encargarán de Adelaida y de recoger los otros cuerpos. Aquí no ha pasado nada.

—Bien.

El auto de Rebeka se detiene frente a nosotros y ella baja de él apresurada. Solloza cuando ve a la niña entre mis manos. Corre hacia mí. Me abraza. Nos abrazamos los tres. Y la observo cuando se aparta y mira a Heikel, dándole las gracias por toda la ayuda.

La verdad es que siento que no me alcanzará la vida para pagarle todo lo que ha hecho.

Él asiente y sonríe.

Le entrego a Estrella a su abuela. Ella la distraerá en el asiento de atrás mientras yo manejo de regreso a casa. Luego me encontraré con Heikel. Nos debemos una conversación.

O, al menos, esos eran los planes hasta hace un momento.

Pero no contábamos con que Adelaida reaccionara rápido. Tomó una de las dos armas tenía su chofer y nos apuntó.

Yo ya estaba llegando al asiento del conductor. Heikel estaba al lado de Rebeka, quien todavía seguía fuera del auto. Ella estaba acomodándole el cinturón a Estrella.

Heikel grita e intenta llegar a mi suegra, que a su vez voltea, sin entender lo que ocurre.

Y es entonces cuando pasa.

Un disparo que lo pone todo en jaque.

Aiis

Resulta que este no era el final. Es el siguiente capítulo.  Pasaron cosas.... je. Nos vemos mañana con el final y el epilogo.

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