Hoy en día Archer Alarcón ha seguido adelante: maneja su propio bufete de abogados, mantiene al aire su programa de radio y sigue trabajando con su amigo Ángel como presentador de su canal dos veces por semana; así como también ha logrado avanzar de manera sentimental, pues, su novia actual acaba de obtener un anillo de compromiso con el que estuvo más que de acuerdo. Todo suena como la vida perfecta... ¿verdad? Una vez, en medio de sus borracheras, Archer aseguró que ya no tendría corazón para Farah Brownbear. Ella quedaría en el olvido para siempre. Pero... ¿Qué pasará cuando su ex regrese y no solo traiga consigo los recuerdos de un amor fallido, sino también al pequeño fruto que dejó la antigua pasión que hubo entre los dos? ¿Será capaz de aceptar la realidad de los hechos? ¿O seguirá pensando que los millonarios no tienen corazón?
Leer másLos labios de Bianca temblaron incontrolablemente, y su corazón se detuvo en ese preciso instante, aplastado bajo el peso de la noticia. Estaba postrada en una cama de hospital, apenas consciente del dolor punzante en su brazo inmovilizado y los raspones en su piel. Esas heridas físicas eran insignificantes comparadas con la herida abierta en su alma: su hermana, Aitana, su persona favorita en la vida, había fallecido.
Un nudo doloroso creció en su garganta, y el desconsuelo se apoderó de cada fibra de su ser. ¿Por qué pasaban cosas tan crueles a las personas buenas? ¿Por qué Aitana, tuvo que morir y no ella, la chica torpe y a menudo invisible? Se cubrió el rostro con las manos temblorosas, y el llanto brotó de su pecho, un lamento desgarrador que nunca antes había proferido. —No, no es cierto, ella no está muerta. ¿Por qué has muerto? ¡Todo es mi culpa! —señaló, sin dejar de temblar, mientras su cuerpo entero se tensó hasta el límite. Las emociones se revolvían en un torbellino, y el remordimiento la apresaba sin piedad. No culpaba al conductor de aquel camión, cuya imagen apenas recordaba; en cambio, la aguja de su culpa se clavaba en sí misma por un simple deseo adolescente: haberle pedido a Aitana que la llevara al parque acuático. Una decisión trivial que se había convertido en el catalizador de una tragedia irreversible. Una enfermera de rostro cansado entró en la habitación y, al verla en ese estado de histeria, le pidió con voz suave que se calmara. Pero Bianca estaba más allá de la razón. Sus gritos resonaron en el silencio de la habitación, una descarga violenta de molestia, tristeza y la más pura desesperación. Era como si una parte esencial de su ser hubiera sido arrancada de raíz al saber de la muerte de su hermana. Cuando por fin logró respirar con normalidad, con pulmones doloridos y la garganta en carne viva, se levantó de aquella cama. Mientras tanto, en el pasillo, el colapso de Vivian fue devastador. La señora Bellerose se lanzó a los brazos de su marido, Bruno. Su hija favorita, Aitana, la brillante y prometedora, ya no estaba en este mundo. Ambos se fundieron en un abrazo desesperado, un intento fútil de aminorar un dolor que era tan feroz como un tigre hambriento y un resquemor que quemaba desde lo más profundo. —¿Por qué tuvo que morir, maldita sea, Bruno? ¡¿Por qué se tuvo que morir Aitana?! —clamó Vivian en medio de aquel pasillo poco transitado, su voz rota por el llanto—. Tenía tantas cosas por cumplir, tantos sueños. Dime que esta es una pesadilla de la que voy a despertar, por favor. Bruno no hacía más que acariciar la espalda de su esposa, el dolor ahogando sus propias palabras. Si por él fuera, habría hecho lo imposible por traer de vuelta a Aitana, habría negociado con el destino mismo. Pero solo podía sostener al amor de su vida, intentando consolarla, incluso cuando él mismo necesitaba desesperadamente un soporte, un pilar que lo mantuviera en pie. —Lo siento, Vivian... lo siento tanto —logró articular Bruno, su propia voz áspera por las lágrimas contenidas—. Tienes razón, Aitana no tuvo que haber muerto en ese accidente. No es justo. Mientras sus padres se lamentaban en su dolor compartido, Bianca los veía desde un lugar más oculto, paralizada con lágrimas en los ojos. Sintió una vez más el lacerante rechazo de parte de sus padres, la dolorosa e innegable certeza de que su vida no era tan valiosa, tan celebrada, como lo fue la de Aitana. Casi se ahogaba en su propio mar de lágrimas. Fue entonces cuando sus padres giraron en su dirección y la vieron, sus ojos inyectados en sangre fijándose en ella. Los ojos verdes de Vivian la atravesaron como una daga helada, y Bianca lo supo una vez más: era la culpable. —¡Tú! Tienes la culpa de que Aitana haya muerto —escupió Vivian, el veneno en sus palabras palpable. Bruno, que intentó detener y tranquilizar a su mujer, falló estrepitosamente cuando Vivian, ya frente a Bianca, la devoraba con sus acusaciones. —Mamá, lo siento tanto... lo siento mucho, mamá —fue lo único que salió de su estropeada garganta, una voz débil que apenas se sostenía en el dolor, una súplica ahogada. —¡Devuélveme a mi hija! ¡Haz que ella regrese! —insistía con vehemencia la mujer, ahora completamente fuera de sus cabales, sus manos crispadas. —Lo siento, mamá —repitió Bianca, con una voz apenas audible, mientras las lágrimas empañaban su visión. —¡No me digas así! No puedo ser la madre de una mocosa que ha matado a su propia hermana —la voz de Vivian era un látigo, cada palabra una herida. Bruno, viendo que la situación se descontrolaba por completo, se acercó y logró apartar a Vivian de su hija. —Es suficiente, ya basta. Vivian gruñó, lanzó una última mirada de odio puro a Bianca antes de marcharse. Bianca, tontamente esperanzada de que Bruno, de que al menos su padre, la abrazaría o le diría algo reconfortante, terminó recibiendo solo su gélida mirada de decepción antes de verlo marcharse también. Entonces, Bianca se desplomó sobre el suelo de ese pasillo frío, sintiendo que a nadie le importaba, que ella no era más que un estorbo, una sombra inútil. *** El día del funeral, el cielo se volvió de un gris plomizo, y el viento frío golpeaba su rostro con una crudeza que calaba hasta los huesos, incluso bajo las capas gruesas de su abrigo negro. Había muchas personas despidiendo a su hermana, una multitud de conocidos y amigos que compartían el luto por Aitana. Pero entre tantas personas, ella lo vio a él: Eric Harrington. Su porte era dominante, elegante y tan serio como siempre. Eric era el heredero de la familia Harrington, una familia poderosa, con mucha influencia. Su nombre era sinónimo de autoridad. Incluso ante la trágica muerte de su prometida, Aitana, Eric se veía indescifrable, una fortaleza inexpugnable de dolor contenido y fría resolución. Bianca desvió la mirada antes de que se encontrara con la poderosa intensidad de los ojos azulados de Eric, que, incluso bajo esas gafas oscuras, amenazaban con desestabilizarla por completo. Su corazón aún latía con rapidez y saltaba como loco en su pecho al recordar esa vez que fingió ser Aitana por petición de su propia hermana, una noche que ahora le parecía tan lejana, casi tres semanas atrás. Ahora, con todo lo que había pasado, se sentía terriblemente mal por haberlo engañado; él no tenía ni idea de aquella farsa. La sombría ceremonia concluyó, y las personas comenzaron a irse en silencio. Incluso sus padres ya se habían marchado, sumidos en su propio duelo, pero Bianca se quedó un poco más, mirando esa lápida con el nombre de Aitana que seguía pareciendo irreal, una cruel broma del destino. Cayó de rodillas en la hierba mojada, y el llanto, que había intentado reprimir, brotó de nuevo, incontrolable y convulso. De pronto, una enorme sombra se cernió sobre ella. Bianca dejó de llorar bruscamente y, antes de que pudiera intentar incorporarse por sí misma, él lo hizo por ella, levantándola con brusquedad y sin tacto. Su felina mirada azul, ahora despojada de las gafas oscuras, la acribilló, llena de un resentimiento gélido. —¿Por qué no has muerto tú? —la voz de Eric era un susurro gutural, cargado de veneno y dolor—. ¡¿Por qué ella y no tú, la mujer a la que amo?! Tú tenías que haber muerto, Bianca, no Aitana. Teníamos tanto por delante, un futuro planeado. Lo has destruido todo. Eres culpable de su muerte y deberás cargar con eso para siempre —señaló con rabia, cada palabra un dardo a su ya frágil corazón. Ella no pudo defenderse. Le temblaba todo el cuerpo, y se sentía más rota que nunca al ser señalada de esa manera, y para colmo, por la persona a la que había amado siempre en secreto, desde las sombras. Habría dolido menos un golpe físico que la crueldad de sus palabras. El odio en sus ojos era desmedido, incomprensiblemente profundo. El hombre rugió, un sonido animal de puro dolor y furia, y se fue, dejando a Bianca allí, observando su partida, antes de romperse por completo. Pensó que, lo más probable, era que no lo vería nunca más. Pero, ¡qué equivocada estaba!Por ciertas cuestiones, he decidido no subir más historias a esta plataforma. Voy a acabar con los 2 que están en proceso (Snape y El Amor es un mito), porque firmé un contrato y debo cumplirlo. Si quieren saber sobre el tercer libro de esta trilogía y el segundo de Realeza Infernal, pueden buscarme en Book-net o en mi IG: Aiis Fernández.Fue una decisión difícil, por todo el apoyo que he tenido acá, pero algunas cosas no duran para siempre. Quisiera poder seguir, pero se me dificulta por muchas razones. Sé que no soy una escritora profesional, ni mucho menos. También sé que no voy a llegar a serlo, pero eso no significa que no quiera darle lo mejor a mis historias.Saludos!
¡Buenas! Paso por aquí humildemente.Bueno, les agradezco de todo corazón a quienes han apoyado esta historia y la anterior. Espero que decidan quedarse e ir por Jezabel y Ángel que será la tercera y última historia de esta trilogía.Tengo tres datos extras para que sepan y si se interesan puedan ir a ver o estar al pendiente de cuando ocurra:En estos días estaré subiendo la sinopsis del tercer libro que estará titulado ''Los Millonarios no sufren por falta de amor''. Así que, pido que estén al pendiente para que lo guarden en sus bibliotecas.Heikel será el protagonista de el primer libro de una serie llamada ''Italia en llamas'', que subiré para el año que viene, pero será en otra plataforma. Sería un total de cuatro libros: Cosa Nostra, Ndrangheta, La Camorra y Sacra Corona Unit. Esos son los nombres y, como puede notarse, prevalece el tema Romance Oscuro, Mundo Mafia, Erotismo, etc.Tengo otros libros que me gustaría ofrecerles como Lectura: Princesas Infernales, Demonios Inferna
16 de marzo de 2022 El viaje luego del almuerzo con los cumpleañeros Ángel Alcacer Desabotono los tres primeros botones de la camisa de mi traje. Al sentarme, ya me he quitado mi saco y he desajustado un poco mi corbata. No me interesa verme elegante para la persona con la que me veré. Sean negocios o no, esta persona, aunque es admirable debido a la impecable trayectoria de su carrera, por otro lado, es detestable. Él le ha hecho cosas a ella que la han llevado a la tristeza, al desconcierto y a ser infeliz. Algo que, desde que la conocí, no tolero. No me gusta verla hablar con miedo, no me gusta verla llorar, no me gusta escucharla desear que todo hubiese sido diferente. No lo tolero. Quiero arruinar a todo aquel que le hace daño. Nadie es digno de la presencia de ella. Ni siquiera yo. Pero algo tengo muy en claro: y es que nadie lo hará mejor que yo, si se tratara de conquistarla y hacerla feliz. Trabajaría al máximo para que ella me aceptara, para que me diera una oportunida
04 de abril de 2022 Farah Brownbear —¿Entonces…? Winston me mira por el retrovisor luego de subirme al auto. Yo todavía me encuentro sin palabras. Abro y cierro la boca un par de veces, sin saber qué decir o cómo actuar. Él sonríe, sabiendo la respuesta antes de que yo pueda dársela. Paso saliva con fuerza a través de mi garganta. —¿Solucionaste todo en la empresa? —Prueba con hacer otra pregunta antes de comenzar a alejar el auto del lugar de donde acabo de salir. Parpadeo cayendo en cuenta de lo que significan los papeles que tengo en mis manos. —Supongo que no puedo dejar a cargo a Stella, está embarazada… —le recuerdo. —Por lo menos esta pregunta sí me la estás respondiendo —bromea. —Creo que ascenderé a Josh Fernsby. Tengo entendido que ya se graduó. Es perfecto para el puesto. Yo seguiré estando al mando de la empresa, pero trabajaré desde casa y él será quien siga en mi linea. Creo que eso no le gustará mucho a Analía porque ellos ahora es que están solucionando las co
—Creo que es momento de dejar de cuidar a esa testaruda —toma una bocanada de aire y se separa de mí —. Las cosas que han pasado ahora me han dejado pensando mucho. Sé que nací para tomar lo que quiero, pero es mejor cuando está contigo porque quiere, y aunque Gaily está prometida a mí y sé que nunca voy a quererla, ella sí está dispuesta a hacer todo para que lo nuestro funcione —niego con mi cabeza al escucharlo hablar. —Serás infeliz estando con una persona a la que no amas. —También lo sería estando con una persona a la que sí amo, pero que no me corresponde de la misma manera. —Entonces… estás decidido… —Ella ya no está en peligro, así que la dejaré ir. Mickayla estará mejor siendo una persona normal y teniendo una pareja normal. —¿Podrás soportarlo? ¿Tú? ¿El territorial, posesivo y ambicioso Heikel Sanderson? ¿Estás seguro? —Sé que una parte de mi morirá al no tenerla o al verla feliz en los brazos de alguien más, pero también sé que prefiero eso antes de verla ser infeliz
—Siempre y cuando no sea eso que estas cocinando —mi mirada se posa detrás de ella y lamo mis labios cuando encuentro una mermelada de damasco y tostadas detrás. También hay de dulce de leche. Se me hace agua la boca —. Llévame muchas tostadas con mermelada y dulce de leche a la mesa. Muchas. —Enfatizo.Frunce el ceño y me mira con rareza.—Tu madre me dijo que odias la mermelada, y no eres amante del dulce de leche o chocolates. De hecho, me dijo que comes muy sano. A lo mejor quieras algunas frutas…—A ver, Rosa. Te estimo mucho. Me caes súper bien. Pero nunca, jamás, cuestiones mis decisiones. Estaré esperando las tostadas en la mesa.Me retiro antes de que pueda decirme algo y me encuentro con una sonriente Stella bajando el último escalón de las escaleras que planeaba subir en la búsqueda de Ángel.—Admito que me quedé escuchándote hablar con Rosa. Fue una conversación muy interesante.—Eso solo demuestra que eres una chismosa de primera —ironizo, pero ella ríe y se acerca a mí.
Último capítulo