—Tu sangre no mostró nada fuera de lo normal —explicó Sylvia—. Creo que te has alterado demasiado. Tienes que mantener la calma.
Janeth suspiró. Apoyada de nuevo en las almohadas de su cama, se frotó el vientre distraídamente.
—Está bien, gracias, Sylvia. —Colgó, y observó cómo Ray se paseaba de un lado a otro frente a la cama por su teléfono. Cuando colgó, ella le dio la noticia.
—Bien. Me alegro. —Se frotó la frente—. Este caso se está desmoronando. Tengo que volver a hablar con mi cliente.
—¿De vuelta a Kingman?
Asintió con pesadez.
—Lo siento. Estoy tratando de encontrar a alguien que se haga cargo pero...
—Ray —alcanzando su mano, Janeth la apretó con una sonrisa—, no des el caso. Estaré bien. Chase y Nikki están fuera de peligro. Brian puede llevarme de ida y vuelta al hospital.
Ray se inclinó para besar su frente.
—Prométeme que te lo tomarás con calma. No más escalada de montañas —acarició su estómago con suavidad.
—Oh, para. No he escalado ninguna montaña.
Cuando él se fue, J