Rosa…
Estaba en el despacho de mi abogado esperando a que apareciera Armando. Realmente esperaba que hoy pudiéramos terminar con esto. Estaba cansada de esperar. No sé por qué siempre estaba posponiendo esto. Quiero decir, esto es lo que él quería. ¿No es así?
La puerta se abrió, revelando a Armando y su abogado. El hombre al que una vez amé con todo mi ser me miró fijamente al entrar. Llevaba un traje blanco, igual que su abogado.
No me quitó los ojos de encima mientras tomaba asiento frente a mí. Nadie dijo nada, lo que me hizo sentir incómoda. Lo único que quería era que firmara los putos papeles y acabáramos de una vez.
“Tenemos que hablar”, dijo Armando, intentando agarrarme la mano que descansaba sobre la mesa, pero yo aparté las manos rápidamente. No quería que volviera a tocarme.
“¿Dónde estás, Rosa?”, preguntó mirándome fijamente.
Agarré mi bolso y saqué el anillo, colocándolo sobre la mesa. “Toma, quédatelo. Después de hoy, ya no soy tu esposa”.
Me miró fijamente hasta