Rosa…
Ashton me había despertado cuando aterrizamos y me quedé maravillada al ver las luces de la ciudad. Se veía preciosa. Fuimos al hotel y algo me decía que o era el dueño o venía aquí con regularidad ya que la gente lo saludaba con una sonrisa en la cara.
Lo seguí hasta el ascensor una vez que nos registró y le pregunté: “¿También eres el dueño?”.
“Sí, es nuestro hotel familiar”, afirmó con orgullo.
Vaya, qué rica es esta gente.
Llegamos a una habitación y no pude evitar preguntarme por qué abría la puerta, así que le pregunté: “¿Dónde está mi habitación?”. Estaba confundida y sólo me di cuenta ahora que recibió las llaves.
“Te alojarás en mi suite”, dijo él.
Lo miré con los ojos muy abiertos y sacudí la cabeza. “Yo... no, gracias. Quiero mi propia habitación”, le dije mientras daba un paso atrás. No era posible que me quedara con él en una habitación; eso no acabaría bien.
“Rosa, la habitación es lo suficientemente grande para los dos”, me dijo mientras abría la puerta. “A