Rosa…
Tuvo que venir a sentarse a mi lado. Brigitta sonrió con satisfacción cuando se sentó a mi lado y le di una patada por debajo de la mesa.
“¡Ay!”, gritó mirándome.
“¿Qué pasa?”. Ashton le preguntó con el ceño fruncido.
“Oh, nada. Creo que está a punto de venirme la regla”, respondió ella, haciéndome jadear.
¿Cómo podía decirle algo así?
Ashton se rió, negando con la cabeza. “¿Y quién tiene la culpa esta vez?”.
Miré entre los dos, preguntándome qué estaba pasando. Brigitta debió de ver la expresión de mi cara cuando se giró hacia mí.
“Ashton, ¿por qué no se lo dices tú?”, dijo, fulminándolo con la mirada.
Lo oí gemir a mi lado. “¿Qué?”. Estaba confundida.
“Brigitta ha tenido esta cosa desde la escuela. Cada vez que tiene demasiados deberes o tiene que ayudar a sus hermanos a limpiar la casa, les decía que tenía calambres menstruales por su culpa”.
Volví a mirar a Brigitta con los ojos muy abiertos. “Eso no se lo decías a tus profesores, ¿verdad?”.
Ella sonrió y asintió.