Capitulo cincuenta y Ocho

Entro en la habitación donde mi esposa ya está despierta, no puedo evitar dejar caer unas cuantas lágrimas mientras la beso y le digo que de ahora en adelante y vamos a estar bien, que podrá salir de casa cuando y como ella quiera porque Lían estaba en la cárcel gracias a ella. Le digo que la nuestra bebé está sana y salva y que seremos los padres más felices del mundo porque nos amamos y nuestra pequeña Alana será el amor más grande que nos unirá por el resto de nuestras vidas.

Un año y medio después.

—No corras — Le pido a mi hija que deje de correr desde que comenzó a caminar, Alana es lo único que sabe hacer.

—Ella siempre quiere correr tío, no sé cómo hablarle — Se queja Clara. — Deberíamos cambiarla por un niño en el hospital.

—No podemos hacerlo pequeña

—Si podemos tío, ¿A poco no sabías?

—¿Quién te dijo eso?

—Mi amigo Sergio, sabes el de la otra escuela

—Aún se hablan — Me dejo caer sobre el césped para que Alana pueda jugar con sus bloques de juguetes

—Sus papis están mirando
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