Emir
Cuando llegué a la planta baja, mi madre charlaba animadamente con Aria. Verla de nuevo me irritó de inmediato. Me recordó la conversación que había tenido con Emily.
— Aria, acompáñame al despacho — le dije, con un tono firme pero cortés.
— ¡Hijo!, ¿Por qué siempre tienes que interrumpir? — preguntó mi madre, con una sonrisa.
— Será un momento, luego podrán seguir con su plática — respondí, sin mirar a Aria.
Aria se levantó de su asiento y me siguió al despacho. Me senté detrás del escritorio, con la intención de establecer una distancia clara entre nosotros. Aria se sentó en la silla frente a mí, con una sonrisa en su rostro.
— ¿Dime? — preguntó, con una voz de desinteres.
— No te quiero cerca de Emily — le dije, con un tono firme.
Aria se rió.
— Lo que me pides es casi imposible — dijo, jugando con la silla de madera. — Trabajamos en la misma empresa, en los mismos horarios y con el mismo jefe.
Me incliné hacia adelante, con la intención de hacer que mi voz fuera más intensa.