La mañana se desperezaba lentamente a través de la ventana, el sol apenas comenzando a iluminar la habitación donde Clara descansaba. A su lado, Mateo permanecía en el sillón, sin apartarse de su lado, sus ojos aún nublados por la angustia de la noche anterior. El desvanecimiento de Clara había puesto a prueba sus nervios, pero al ver que despertaba con más claridad, un alivio profundo se instaló en su pecho.
Clara, aun sintiendo el peso del cansancio, intentó incorporarse lentamente, dándose cuenta de que aún le costaba un poco. Fue entonces cuando vio algo en sus manos: el pequeño papel doblado que había guardado en su bolsillo la noche anterior. Lo había sacado sin darse cuenta, pero al verlo nuevamente, sintió que debía hablar de ello.Con la mirada fija en el papel, Clara extendió su mano hacia Mateo, quien se acercó rápidamente.<