Capítulo 12

—Para nada —¡Qué mentiroso! Obvio que le duele.

Ja, ja, ja… El ego de mi amigo Tomás está por los suelos.

—Gracias, y con su permiso —asiente y se encamina al concierto… El concierto que ella va a dar, ¿Cantará bien?

—Es sábado de Karaoke —Tomás se sienta en el lugar donde estaba sentada Liliam.

—Gracias por encargarte de todo —tomó un sorbo de vodka—, no sé qué seria sin ti.

—No agradezcas —dice sin despegar la mirada de mi perdición que está arriba de la pequeña tarima—, lo único que te pido es que cuides a esa jovencita, que al parecer

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