El sábado por la mañana me encuentro sumida en muchos pensamientos, cada uno más inquietante que el anterior. Me sentía agotada, desgastada por la simple idea de asistir a la boda de Gabriel. No entendía por qué lo estaba haciendo, por qué me estaba obligando a pasar por algo que, sin duda, me resultaría incómodo.
Pero lo que más me perturbaba era Jacobo. Su entusiasmo por ir, su disposición inmediata… No podía dejar de preguntarme por qué. ¿Y si reconocía a Gabriel? Nunca lo había pensado antes. Si lo veía, ¿sabría quién era? ¿Habría escuchado algo sobre aquel día que siempre evité contarle?
Nunca le había hablado de Gabriel. Nunca le conté cómo inicio y como terminó todo, lo que se dijo en aquel último enfrentamiento debajo de mi apartamento. Y ahora, a pocas horas del evento, me enfrentaba a una decisión que no quería tomar: ¿contarle todo camino a la fiesta o callarlo para siempre?
Mis pensamientos se arremolinaban sin orden cuando la voz de Jacobo me sacó de mi trance.
—Aurora, te