Capítulo 2.

•••¿Qué le pasó a tu cuello?•••

A la hora de la salida, Zeida juntaba sus cosas mientras veía a todos salir, el clima había empeorado drásticamente y por esa razón los dejaron salir una hora antes del trabajo, las fuertes lluvias seguro inundarían las calles y era peligroso para los empleados, en las noticias recomendaban quedarse en casa o ir a refugios, era grave si el mismo jefe dio la orden de que todos se fueran a casa a resguardarse.

—El demonio del jefe me ha sorprendido esta vez.

Zeida escuchaba la conversación de dos empleadas, ellas hablaban de su amado Mitchell, ella prefería guardarse sus comentarios.

—Es verdad, me alegra que se haya apiadado de nosotros, mira que el clima solo va de mal en peor.

—Hay que darnos prisa o el tránsito estará brutal.

—¡Nos vemos Zeida!.

—Si, ve con cuidado— se despidió Zeida de uno de sus compañeros.

Una vez que guardó todo, tomó sus cosas y caminó hasta al cuarto donde se guardaban los abrigos y las sombrillas, tomó su abrigo negr*o y se quedó fuera de sí al ver que su paraguas no estaba, ella buscó y buscó, estaba segura de que lo había traído, solo un tonto no lo cargaría en ese día tan horrible.

—¿Dónde?...— miró a su alrededor y nada, solo había un paraguas azul que no era suyo, arrugó la cara, se sintió frustrada, alguien debió de tomarlo y llevárselo, ya no había nadie en ese piso, solo quedaba el jefe y una ejecutiva, pero ellos no ocupaban sombrillas, venían en auto, no tenían la necesidad de salir del edificio y mojarse.

Miró el que quedaba y lo tomó, lo abrió y se dio cuenta de que no servía, por eso se habían llevado el suyo, no valía la pena llevarse ese paraguas inservible, no le iba a quedar de otra que mojarse.

《Perfecto》.

La pobre salió y llegó hasta la recepción y se sintió un poco asustada al ver por el enorme ventanal que daba a la calle, una tormenta que no iba a perdonar a absolutamente a nadie el día de hoy, era horrible.

Miró que todos los que salían usaban paraguas e impermeables, y ella estaba indefensa dentro de ese abrigo que hoy no iba a cumplir su función, no iba a cubrirla ni de la lluvia, ni del frío.

Aerofort estaba en el centro de la ciudad, y por tal razón estaban cerca de la avenida mas transitada, había un caos afuera, el trafico empeoró con las fuertes lluvias, todos querían ir a casa, todos empezaban a desesperarse y la desesperación solo hacia mas difícil el tráfico.

Zeida alcanzó a llegar a la parada, pero se había mojado absolutamente toda, a pesar de que corrió tan rápido como un correcaminos, eso no la ayudó, terminó toda mojada, como un fideo después de cocerse, su cabello escurría de agua y el frio empezó a hacerla temblar, sus manos se congelaban y sus mejillas y su nariz se ponían rojas.

Suspiró y pensó que no era tan malo, al llegar a casa se bañaría con agua caliente y se prepararía un café caliente, estaría bien, estaría bien en cuanto llegara a su hogar, mientras tanto, Mitchell subía a su auto, usualmente su chofer lo llevaba y lo traía, pero en ocasiones prefería manejar él mismo, así que hoy había decidido sacar su Mercedes de ultimo año, un hermoso auto que dejaba en claro una cosa, que Mitchell era un hombre pudiente.

¿Cuál era la probabilidad de que Mitchell y Zeida se encontraran en la misma situación?, era una en un millón, pero todo se ajustó ese día, si el clima no hubiera empeorado, si el trafico no hubiera avanzado, o si la madre que peleaba con sus hijos dentro del auto hubiera tomado otra ruta o no hubiera olvidado las tabletas de sus hijos para que se entretuvieran viendo videos, tal vez, nada hubiera ocurrido, pero el destino, tenía otros planes.

Mitchell condujo sin prisa hasta que su auto se detuvo cerca de la parada de autobús, mientras esperaba a que el trafico avanzara, miró por la ventanilla, apenas y podía ver algo, odiaba la lluvia, así que se alegraba de poder ir a casa y trabajar desde ahí, no había razón para quedarse en la oficina. Había meditado si quedarse esa noche o no, pero recordó que tenía que ver como estaba su hermana, no le contestaba las llamadas y el mayordomo le dijo que ella iba en camino, que el chofer la había recogido de la casa de su abuela, tenia que cerciorarse de que estuviera bien, en especial porque en estos días, su rebeldía estaba un poco descontrolada, prendió la calefacción y se acomodó.

Mientras tanto justo detrás de él, un auto rojo se estacionó, una madre peleaba por contener a sus dos hijos los cuales discutían y peleaban como dos gatos salvajes, era sorprendente ver como dos niñ*os tan pequeños hacían tanto alboroto, ella estaba tan alterada que sin querer, pisó el acelerador hasta el fondo, causando un fuerte impacto con el coche de enfrente.

Zeida pegó un brinco al escuchar aquel estruendo, por suerte no había sido tan devastador, pero sin duda alguien estaba en problemas, estaba a tan solo unos metros de distancia y pudo ver todo con claridad, definitivamente hoy no era una buena tarde.

Mitchell dentro de su auto maldecía y apretaba la mandíbula, lleno de coraje, se había lastimado el cuello por el golpe que recibió, mientras tanto la mujer que lo chocó estaba petrificada dentro de su auto, jamás fue su intención causar tal accidente, y mucho menos hacerle tal daño a un auto tan lujoso.

La gente quería ver, pero nadie quería mojarse, Zeida por otro lado ya no prestó atención, a ella no le importaba o al menos eso pensó, hasta que vio a el amor de su vida salir de aquel auto.

Se tapó la boca para evitar gritar y lo miró sujetarse el cuello.

《Se lastimó》. Estaba realmente angustiada, ¿Por qué su jefe manejaba en un día como hoy?, ¿Por qué hoy no lo acompañaba su chofer o su asistente?.

La preocupación la invadió, él parecía muy adolorido, no sabía que hacer, ¿Necesitaba ayuda?, no lo parecía pero aún así…

Mientras tanto Mitch se acercó al otro auto y tocó la ventanilla muy enojado, él no podía creer que hubiera gente tan imprudente, la mujer dentro de aquel vehículo aún estaba en shock y al ver al guapo hombre con el ceño fruncido, sintió un escalofrío invadirla, parecía un demonio enfurecido que estaba listo para estrangularla.

—Lo siento mucho, lo siento, por favor perdóneme.

—Señora, ¿Acaso no sabe poner el freno de mano?—Preguntó Mitchell sintiendo una punzada en la espalda.

—Disculpeme, fue un accidente.

Mitchell quería regañarla hasta quedar un poco satisfecho, pero escuchó los llantos de un menor y se contuvo al dirigir su mirada a la parte trasera de ese auto, si algo podía ablandar su corazón, eran los niñ*os, no valía la pena dejar en ridículo a esa mujer.

—Le pagaré los daños de su auto, en verdad lo siento mucho…

“¿Los daños?”, era evidente para él que aquella mujer apenas y podía con su alma, su auto era viejo, su ropa no era la mejor, era una mujer de la clase baja, ni siquiera valía la pena llamar a su aseguradora y perder su valioso tiempo.

—No importa, solo tenga mas cuidado.

—Disculpeme, por favor discúlpeme, tendré mas cuidado.

Mitchell caminó hasta su auto y sintió un fuerte dolor al girar un poco su cuello, se lo había torcido y dolía, cerró los ojos un momento y respiró hondo, nada podía ir peor, se mojaba, su auto tenia una abolladura horrible y su cuello estaba mal, temía que un rayo cayera sobre su cabeza, ¿Qué podía pasarle ahora?.

—¿Se encuentra bien?...

Y de pronto todo su cuerpo se tensó al escucharla.

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