El primer encuentro

A la mañana siguiente ya en el puerto el capitán hablaba con el maestre Cribas.

―Debemos volver a Guayaquil, se acabó la actividad pesquera en este barco.

―!Capitán! Puedo preguntar a qué se debe esa decisión.

―Ya no hay buena pesca maestre. Informaremos a los demás ya en Guayaquil.

―Desde que encontramos a ese barco usted actúa muy extraño ―expresó sin temor Cribas antes de que el capitán se retirara.

―Son ideas infundadas, ahora a trabajar que se nos va el viento.

Simón y los supervivientes heridos serían llevados por el Santa Fe a Guayaquil para tener un mejor tratamiento.

Mientras se daba la travesía, Thomas empezó a conversar con el capitán Terr.

―Capitán, lo observé el día de ayer hablando con uno de los otros tripulantes del barco que encontramos ¿Podría decirme que le pasó a su  nave? ¿Por qué estaba tan destruida y ellos se encontraban en tan mal estado?

―Thomas te he llegado a estimar mucho, pero mientras menos sepas será mejor para ti ―contestó el capitán a la tan curiosa pregunta del joven y se alejó hacia el timón.

La respuesta del capitán no le satisfizo a Thomas que, con mucha duda, no se quedó con la incertidumbre de que le había pasado a la tripulación y al barco.

Mientras tanto en la ciudad costera otra historia se desarrollaba.

En Guayaquil, una respetada ciudad en auge, el comodoro Lander se preparaba para partir en su barco a navegar en el mar y vigilarlo de aquellos que perturban la ley. Lander se dirigía con rumbo a la bahía de Can para poder realizar una inspección y cobro de los impuestos para la corona. El mar estaba tan calmo que decidió partir lo antes posible y aprovechar el buen viento.

Ya navegando hacia su destino Lander revisaba las cartas de navegación en su camarote mientras bebía una copa de vino, pero su calma no duraría mucho, ya que solo después de una hora de estar en el mar encallaron, al chocar con algo oculto por la superficie del agua, el movimiento del barco por el choque fue tal que la copa de Lander salió despedida por la ventana y el barco sufrió una gran grieta en el casco, la cual lo estaba hundiendo. Todos los tripulantes se dirigieron a los botes salvavidas y remaron hasta un grupo de islotes cercano.

La tripulación se preguntaba de dónde había salido tal cosa, ya que habían transitado esas rutas de navegación varias veces y nunca se había tropezado con nada. Al llegar a los islotes notaron que estaban solos y la ayuda podría no llegar.

Después de varias horas de esperar, alcanzaron a divisar un barco, al hacerle una señal de humo, el barco tan extraño se acercó y el comodoro Lander notó que era nada más y nada menos que el barco del capitán Terr.

Lander se rehusaba a ser rescatado por él, pero al ver que era su única posibilidad de vivir decidió abordar.

Lander ya conocía a Terr, lo había estado persiguiendo hace algunos años, pero dejó de hacerlo cuando Terr dejó su vida de pirata. Él solicitó hablar con el capitán.

―Terr, ¿por qué te portas tan amable? Conociéndote como te conozco creí que nos dejarías en esa isla para que muriéramos, después de todo aún creo firmemente que eres un pirata ―dijo Lander.

―Creo que ya no me conoces tan bien como antes ―contestó Terr. ―Además estoy muy ocupado como para retomar viejas rivalidades ―terminó añadiendo.

―¿Qué es tan importante?, tan importante que abandonas la oportunidad de poder acabar conmigo y así vengarte por todo el daño que te causé ―preguntó Lander otra vez.

―No es de tu incumbencia Lander, además, agradece al Señor que no tengo tiempo para destruirte, en cuanto estemos en Guayaquil dejarán de ser mi problema ―Terr se comenzó a retirar.

―Soy la autoridad en este mar, y tú me debes respeto, pirata.

Terr se volteó y soltó un puñetazo que tumbó a Lander.

―Este es mi barco y yo soy la autoridad aquí. 

Terr ordenó encerrar a Lander y sus hombres por insurrección. Los hombres de Lander se resistieron al principio, pero sin sus armas no pudieron hacer gran cosa.

―Esto te costará. Te acusaré de piratería cuando lleguemos a Guayaquil ―gritó Lander.

Terr ignoró sus palabras y volvió a sus asuntos.

Thomas como siempre curioso escuchó la conversación de Lander y Terr antes del alboroto, y cuando Lander ya se encontraba en la celda Thomas se acercó a realizarle algunas preguntas.

―Me supongo que tú eres el comodoro Lander ―dijo Thomas con un tono muy sarcástico.

―Si yo soy ―respondió Lander con cara de descontento 

―Conoces al capitán Terr, ¿no es verdad?

―Eres un joven muy impertinente sabes, eso es signo de que eres novato en este barco ―contestó LLander.

―Aún no has contestado mi pregunta comodoro Lander ―reiteró Thomas.

―Con razón Terr te tiene aquí, por tu sed de la verdad y por tu curiosidad.  Te pareces a él.

―Eso significa que si lo conoces.

―Yo nunca dije que sí, ahora vete, no querrás que Terr te encuentre hablando conmigo pues yo no le agradó mucho ―respondió Lander.

Thomas se alejó, un poco satisfecho, pero no  convencido de las respuestas de Lander. 

Se encontraban cerca de Guayaquil cuando de repente, el clima cálido y soleado se esfumó y una terrible tempestad azotó el mar. La niebla tapó toda la visibilidad y una fuerte corriente y el viento los arrastró a mar abierto, antes de que pudieran reaccionar, ya se encontraban muy lejos de la ciudad. En ese momento un frío intenso comenzó a descender hacia la nave.

Terr tenía un mal presentimiento, por lo que estaba pasando, pero en un momento y sin que escucharan un solo ruido los abordaron.

Eran esqueletos la tripulación de la muerte que al fin los había encontrado.

Todos observaban horrorizados mientras los esqueletos harapientos se acercaban a Terr y a Simón que ante la conmoción salieron a cubierta. Solo los rodearon a ellos dos y el capitán de los esqueletos gritó.

―¡Nadie se mueva!, quédense totalmente quietos.

El capitán esqueleto, el más terrible y despiadado de todos los espectros se acercó a Terr y lo miró con sus cuencas negras y vacías y con una voz de ultratumba dijo.

―Terr, al fin nos volvemos a ver cara a cara. ¿feliz de verme, o no?

Terr asustado por dentro pero muy serio por fuera veía al esqueleto fijamente, y observaba como varias criaturas rastreras se movían por su cuerpo, tomando valor le contestó.

―No es grato volver a ver esa vieja y polvorienta osamenta. Has osado acercarte a mi barco, ¿cuál es tu propósito esta vez?

―Me ofendes Terr, solo quería ver cómo te encontrabas, que había sido de tu vida desde la última vez que nos vimos ―contestó el esqueleto.

―Simón, tú también estás aquí. ―Volteó el esqueleto―. Que bueno que hayas sobrevivido,  espero que le hayas dado mi mensaje a Terr. Vengo por la espada esqueleto y ¡la quiero ahora! 

―No sé dónde está, se perdió para siempre y tú lo sabes, se perdió porque yo la arrojé al mar después del último enfrentamiento que tuvimos.

―¡Mientes!, ¡se de mentiras y las se distinguir, la escondiste!  Conoces dónde encontrarla, dame su ubicación.

―No se puede, el mapa que indica el tesoro se perdió junto con la espada capitán -dijo con mucha firmeza Terr.

―No te creo nada Terr, pero esta visita es solo una advertencia, la siguiente, te destruiremos ―respondió el esqueleto, con tono fuerte. ¡Retírense! ―Mirando a Terr, le advirtió― nos volveremos a ver.

Después de todo lo dicho por el Capitán esqueleto, toda la tripulación de la muerte se retiró, la niebla y la tormenta también se fue con ellos.

Cuando se despejo el clima se dieron cuenta que se habían desplazado varios kilómetros, acercándose a unos islotes poco conocidos llamados los islotes trían por la razón de que formaban un triángulo. El capitán Terr tratando de sacar a su tripulación del trauma grito.

―¡Despierten flojos!, giren el timón y alejémonos de los islotes rápido.

―Creo que es algo inevitable Simón, tenemos que buscar el mapa y las armas ―dijo Terr muy preocupado.

―Te lo dije, y tenemos un problema mayor, hay que encontrar a otros dos hombres para que usen el resto de los objetos ―contestó Simón.

Lander pidió volver a hablar con el capitán Terr, pero este se negó rotundamente a tener otra conversación con él.

Mientras tanto Thomas aun impactado por lo sucedido irrumpió en el camarote de Terr y dijo con voz temblorosa.

―Capitán necesito que me explique por qué razón la tripulación de la muerte abordó el barco y también quiero que me explique por qué esos esqueletos le pedían que usted le entregara la espada esqueleto, ya que según la historia que relató aquella noche decía que era la tripulación de la muerte quien poseía la espada esqueleto, además no mencionó que conocía a Simón.

El capitán muy serio le contestó a Thomas.

―¡Thomas¡, cuando lleguemos al destino que nos dirigimos te lo voy a explicar todo con lujo de detalle, pero por ahora solo ten paciencia.

Después de un largo tiempo de espera llegaron finalmente a una misteriosa isla con un frondoso bosque tropical. El capitán dio la orden de que todos los hombres bajaran en los botes, dejando así solos a los prisioneros que permanecían en los calabozos. Mientras se acercaban más y más a la orilla de la  isla Terr se notaba ansioso y preocupado. Lo que sea que había en esa isla, no era para nada buenas noticias.

Continuará...

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