CAPITULO 3

Perspectiva de Crisia

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Vivir cuando no tienes un motivo fijo por el que hacerlo, es difícil. Es como estar a la deriva. Vivir por vivir.

Cuando mi madre murió y me quedé sola bajo el cuidado de ese hombre al que no le quedaba rastro del padre amoroso que algún día fue, perdí el rumbo. Y pasé los días existiendo porque debía hacerlo.

Mi vida en Roth no es diferente en ese sentido. Me dedico a dar de comer a las gallinas, a mantener limpia la casa, a ir a la escuela y volver para hacer lo mismo al día siguiente.

Es lindo fingir que no soy la hija de Traegon y olvidarme de que algún día seré una reina.

Han pasado cuatro años desde que llegué aquí. Aprendí todo lo que pude sobre la historia, la geografía, la economía y organización social de Roth. Adelanté las clases lo más que pude hasta graduarme con los chicos de quince años.

Después llegaron los entrenamientos tácticos, las estrategias del ejército y las lecciones de combate. Después del primer día terminé tan golpeada y destruida que pasé los siguientes tres días hecha un ovillo en mi cama.

Ahora lo soporto mejor. Cuando voy al lago a bañarme me gusta ver mi reflejo. Me da cierta satisfacción ver los músculos que han crecido en mis brazos, los nuevos ángulos que han adquirido mis piernas, la línea pronunciada en medio del pecho y el abdomen firme. No me importa que cada semana haya una nueva marca de algún golpe.

Las clases de magia son mucho peor, Gofel es más estricta que los soldados. Tomo clases a solas con ella porque dice que mi inexperiencia es un peligro para el resto de los hechiceros.

A veces no entiendo porque me exige tanto y siento un miedo terrible. Las palabras de mi padre sobre controlar mi magia me hacen sospechar que ella es un espía suyo.

Incluso si ella de verdad está bajo las órdenes del rey de Roth, si me hace entrenar así es solo porque planes usarme como un arma.

El rey de Roth.

Han pasado cuatro años sin que me llame, sin que haya intentado ponerse en contacto conmigo. Dijo que aún no estaba lista para ser reina y después de estos años sigo sin estarlo. Quizá el día jamás llegue.

Me tranquilizo al pensar que, mientras él no me busque, mi vida puede continuar como hasta ahora, pero entonces recuerdo su expresión fría y su energía invadiéndome por todos lados. No sé porque tengo ese pequeño deseo de volver a sentirlo, de verlo y escucharlo. Su negativa a casarse conmigo me hace sentir despreciada.

Mientras tanto dedico la mañana en ir al bosque. Los días en que no debo ir a la escuela me gusta dar paseos en el bosque Autwod, paso tanto tiempo ahí que los guardias hace mucho perdieron el interés de seguirme hasta aquí. La energía que emite el lugar es único y reconfortante. Por cada árbol, rama y raíz; corre una electricidad tenue y constante que individualmente apenas se siente, pero que en conjunto es fuerte e impenetrable.

La misión del día de hoy es recoger las vallas de Num. Con ellas Gofel quiere que haga una pasión. Dice que existen dos formas de hacer magia. Una es manipular la energía que llevas dentro, y la otra es manipular la energía de las demás cosas alrededor. La segunda es más complicada, porque la energía de las demás cosas no esta tan dispuesta a dejar que la controles, pero para sorpresa de Gofel y mía, me resulta más fácil manipular la esencia de las demás que la propia.

Camino cinco kilómetros dentro de Autwod donde crecen las vallas de Num. Cuando comienzo a cortarlas puedo sentirlas dispuestas a prestarme todo su poder, pero antes de que termine, una sensación me recorre los hombros. Hay algo distinto en el bosque, una energía diferente que se mueve entre los árboles y se acerca a mí. Primero la siento, después la escucho.

Un grito desgarrador rompe el silencio y una mujer aparece detrás de mí. Tiene el vestido rasgado y tropieza con una raíz de árbol hasta dar de bruces contra el suelo.

—¡Ayúdame por favor! —Se queja con un alarido cuando me ve.

Yo me quedo quieta, pensando si es mejor acercarme para ver lo que necesita o tratar de averiguar qué es a lo que tiene tanto miedo.

Sus aullidos me desconcentran y me decido por acercarme. Trato de tranquilizarla cuando la sostengo para levantarla. Se sacude tanto que no me doy cuenta que lleva un cuchillo en la mano.

No me da tiempo de reaccionar, se abalanza sobre y me derriba contra el suelo. Soy más fuerte, pero ella es más veloz al blandir el arma y enterrarla en mi hombro. El dolor punzante me atraviesa.

Apenas puedo recuperar el aire cuando saca el cuchillo y lo alza lo más que puede para tomar el impulso suficiente para volver a apuñalarme.

La hoja brilla amenazadora, pero se detiene a la mitad del camino. Una mano atrapa el puño de la mujer y lo aprieta tanto que puedo escuchar los huesos de sus dedos romperse. Ella grita cuando deja caer el cuchillo de la mano hecha trizas. En cuanto ve de quién se trata el rostro se le pone blanco e intenta correr, pero una cadena de plata la alcanza y la hace caer contra la tierra.

Tristán.

Sigo en el suelo cuando lo miro y me parece estar alucinando. Cuando tiene segura a la mujer me mira y puedo notar una pizca de preocupación. ¿Será por mí?

Creo que va a decirme algo cuando dos hombres aparecen de direcciones distintas de entre los árboles. Llevan espadas pesadas y mortales cuando se acercan a Tristán. Él esquiva la estocada de uno de ellos ágilmente y con un giro rápido ata la muñeca del atacante con otro de los extremos de la cadena de su armadura.

El hombre está tan alterado que no suelta la espada a pesar de que Tristán lo obliga, con un tirón de la cadena, a atacar a su propio compañero.

La herida es lo suficientemente profunda como para dejarlo retorciendo en el suelo. El otro al ver que le ha hecho daño deja caer su espada y es lo último que veo antes de que sienta que hay un tercero.

Intento moverme, pero he perdido demasiada sangre, la herida del hombro ya a echo un charco debajo del cuerpo. Él tercer atacante aprovecha mi debilidad para acercarse y presiona sus manos en mi cuello.

Estoy aterrada. Siempre pensé que estaría lista cuando mi muerte llegara y ahora me doy cuenta del deseo que tengo por vivir. No me importa si no tengo un motivo.

¡Quiero vivir!

En cuanto pone sus manos sobre mí puedo sentir su alma, violenta y agitada. Y la mía está tan hambrienta que no tengo que pedir permiso. Su energía fluye hacia mi cuerpo en una corriente continua.

Puedo sentir sus pobres intentos de retirarse. Sé que está aterrado por el temblor de su cuerpo y los ojos desorbitados, pero no me detengo hasta que se desploma sobre mi sin fuerzas. Solo es una cáscara vacía.

Tristán lo aparta de mí y me mira con el ceño fruncido. Yo estoy demasiado conmocionada como para hacer algo más.

Se agacha para tomarme en sus brazos y el instinto me hace pasar los míos por su cuello. No puedo detenerme, en cuanto lo tocó la energía que sentía como agua a mi alrededor se vuelca sobre mí. Lo siento tensarse, pero no le ocurre nada parecido al del otro hombre. Me doy cuenta de lo mucho que me gustó verlo un poco preocupado y ahora reaccionar a mí toque. Deseo arrancarle más emociones. Deseo sentirme ahogar por esa energía y quedármela toda para mí.

—¡Detente! —ordena Tristán.

Yo obedezco. Consigo de alguna forma detener lo que estaba absorbiendo su esencia. Verme privada de todo ese poder me hace sentir débil.

—Crisia.

Escucho que me llama mientras me sostiene para no caerme. Su expresión preocupada es lo último que veo antes de que todo se vuelva negro.

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