OLIVIA
Me senté en el sofá cerca de la ventana, observando a Samuel jugar con la pelota junto a Lupita. Habían pasado dos días desde la amenaza de Nick y me aterraba apartar la mirada de mi hijo aunque fuera por un instante. Si Nick me lo arrebataba, sería mi destrucción total; mi hijo era lo único verdaderamente importante en mi vida.
El miedo me dominaba, cada sonido me sobresaltaba y no dejaba de vigilar cada rincón. Había estado trabajando en casa porque sentía que si me alejaba, podría perder a Samuel para siempre.
Durante esos dos días, Marcus había estado muy ocupado en coordinar el lanzamiento y supervisar a los constructores en la reconstrucción del almacén, mientras que yo me encargaba del personal de la fábrica y del papeleo.
Dejé la computadora sobre la mesa y me volteé hacia la ventana para ver jugar a mi hijo. Samuel reía y corría por todos lados tras la pelota. Intentaba patearla y terminaba cayéndose, pero me encantaba que siempre se levantaba para intentarlo de nuevo.