Mundo ficciónIniciar sesiónSofía Williams ha tocado fondo. Su vida está en quiebra. Su hijo enfermo, su padre muerto, su hermana desaparecida y solo una propuesta de la mujer que más la odia en el mundo puede ser la solución para encontrar la respuesta a sus problemas. Bruce es apodado “El diablo” y no es en vano, es un hombre despiadado y cruel que solo ve por sus propios intereses. Él llegará a la vida de Sofía de una manera que la pondrá a prueba hasta las últimas consecuencias. Un acuerdo y una promesa; Una venganza y una tragedia, solo el poder del amor será capaz de salvarlos de su propio infierno.
Leer másSituación escabrosa.Alex se había quedado de piedra después de escuchar la explicación de Bruce y la posterior confirmación realizada por parte de Sophia.El pobre había tenido que retirarse confundido y preocupado por haber hecho aquello que para él ahora parecía haber sido un espectáculo ridículo. Sophia sabía que el médico lo había hecho con la mejor intención del mundo, pero todo había terminado con una confusión absoluta en la que ella, ni de lejos, podía explicarle que todo eso no era más que una completa locura.Alex se había ido, pero había dejado un infierno encendido detrás de sí, pues antes de despedirse le llamó a ella por su verdadero nombre.—Espero que todo esté bien, Sophia.Bruce no dijo nada al momento y se contuvo para no hacer una escena ahí en medio del pasillo del hospital.Bruce, con mucha calma, le pidió que le siguiese hasta la terraza del hospital, donde se encontraba un espacio donde los visitantes y el personal podían pernoctar durante los almuerzos. Ella
IndiciosSophia comenzó a retroceder. Sus pasos eran torpes por culpa del nerviosismo que le ofuscaba, pero se las arregló para mantenerse con la mente clara para poder esconderse. Sabía que no podía ponerse a riesgo; si Bruce le encontraba ahí sería el momento de exponer todos sus secretos y eso sería una afrenta que el hombre como ese al que apodaban “El diablo” no se iba a tomar muy bien.Un pequeño trote y Sophia pasó el departamento de enfermería con dirección a la terraza. Bruce parecía ni siquiera haber notado que ella estaba ahí, por lo que sentía que ya había quedado el peligro atrás, pero aún no podía cantar victoria.La enfermera melindrosa de la última vez salió a su encuentro.—Estaba rogando por encontrarme a solas con usted, señorita —la enfermera se plantó frente a ella con una actitud belicosa como si se tratara de un campo de batalla.Sophia se quedó estupefacta de la impresión al tener que volver a encontrarse con una mujer de quien ni siquiera recordaba el nombre,
Odio sin remedio.Durante toda esa noche, el sobre con ese dinero había reposado en el mismo cajón donde ella había guardado la peluca y el estuche con los lentes de contacto. El miedo a ser descubierta después de haberse comportado frente a Bruce como lo hizo, era realmente agobiante, pero de la misma manera sentía una adrenalina impresionante.Day fue la encargada de hacerle llegar el dinero antes de que ella se retirase del Bar de Lian luego de haberse dado el gusto de dejar al “Diablo” con las palabras en la boca.—No sé qué demonios le hiciste a ese hombre… pero quiere que sepas que mañana vendrá a verte —le dijo su amiga.—Gracias Day —le dijo Sophia, quien aún estaba decidida a hacer hasta lo imposible para salvar a su niño—, pero aún no sé si me vaya a encontrar aquí.Day le tomó la mano luego de entregarle el dinero.—Lib, sé que con este dinero puede que resuelvas muchos de tus problemas… pero debes entender que si logras conseguir un lugar al lado de ese sujeto, tendrás la
El rostro del misterio—Me tengo que ir.Las palabras de la chica, de ojos enigmáticos y sonrisa tímida, dejaron a Bruce con la tensión a flor de piel. Él no sabía que era lo que estaba ocurriendo en su alma al estar allí teniendo delante de él a esa mujer, pero había algo en todo aquello que parecía tener un matiz sobrenatural de una manera intensa y magnética. El destino parecía estar moviendo hilos poderosos.Bruce jamás había experimentado algo a ese nivel. Esa mujer parecía tener un poder inigualable sobre su determinación.—Quédate —le pidió el Diablo al que Lian y Tom miraban desde la barra, obnubilados de ver lo que estaba ocurriendo delante de ellos: El hombre cruel y despiadado se estaba demostrando en una faceta completamente desconocida para todos ellos. —Lo siento —le dijo ella con una voz que no era ni tímida, ni sosegada; la mujer de cabello dorado y mirada segura estaba convencida de sus palabras—, usted quería verme 7 ya me vio, así que he cumplido con su petición.
Las dos caras de la moneda—¡Estás loca! ¡No puedes irte! —Gritó Day.Esa chica, de ojos alegres y sonrisa sincera, apenas le conocía desde un par de semanas atrás, cuando ambas llegaron a ese bar clandestino buscando la esperanza de un empleo que prometía maravillas. Sophia, esa primera vez, había salido huyendo del bar al primer momento de enterarse de todo a la que se expondría si trabajaba en ese lugar, por lo que prefirió aceptar la oferta de Rut en ese entonces; Day, en cambio, sí se arriesgó y tomó el empleo y fue ella quien le abrió a Sophia nuevamente las puertas del empleo en esa segunda oportunidad.—Lo siento Day, es que no puedo —Sophia estaba estupefacta. La esperanza de esos veinte mil le había llevado a presentarse en el bar, pero la sola idea de correr el riesgo de que Bruce la pudiese encontrar en ese sitio, hacía que su corazón palpitase desbocado. —Pero me dijiste que necesitabas el dinero —bufó Day quien apenas terminaba de colocarse la peluca de rizos dorados.
Incertidumbre escabrosa.Sophia estaba en medio de un amanecer complejo.Ella se levantó de la cama con las primeras luces del alba. Se vistió y salió de su habitación sin tener en claro cuál sería su destino para ese día. Aún sabia que tenía mucho por hacer con la salud de su pequeño, pero tenía en claro que debía hacerle frente a un problema mucho más cercano y peligroso para su propia estabilidad. Apenas salió al comedor, después de haberse pasado la última semana en esa casa encerrada en su habitación, descubrió que su “esposo” desayunaba bien temprano y que ya la estaba esperando en la mesa. —Buenos días, señorita —le saludó aquella voz ronca y profunda que le erizó la piel de una manera extraña. Sophia suspiró. Aún no estaba preparada para afrontar ese asunto. Ella se quedó de pie mirando los ojos profundos de ese al que apodaban el diablo, ese que era un hombre déspota y autoritario, pero que la noche anterior se había convertido en su ángel, entregándose desinteresadamente





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