Amanda intentó retirar su mano, pero no pudo. Estaba ya incómodamente atrapada y, por un momento, deseó que se la tragara la tierra de la vergüenza que sentía.
— Solo quería... comprobar qué tal están tus pectorales con tanto ejercicio el que haces.
Dijo, intentando parecer tranquila, mientras retiraba la mano lentamente y le daba unas palmaditas en el pecho.
— Nada mal, firmes y tensos, buen pecho el que tienes.
Jorge alzó una ceja, observándola mientras intentaba justificar lo ya injustificable.
— Voy a darme un arreglo.
Amanda se dio la vuelta rápidamente y se fue sin mirar atrás, sintiendo la mirada de Jorge clavada en su espalda.
Cuando llegó al baño, cerró la puerta con llave y quiso estrellarse contra la pared.
¡Qué bendita suerte la suya! ¿Justo tenía que despertarse en ese momento?
Después de lavarse la cara y peinarse, salió y vio a Jorge cambiándose de ropa.
Ya se había puesto los pantalones y ahora su espalda musculosa y llena de cicatrices quedaba al descubierto.
Había var