Meses más tarde.
Sophia se encuentra estática frente al espejo, ha logrado recuperarse de aquellas heridas causadas el día que la muerte le respiró en el cuello, unos cuantos golpes a la puerta llamaron su atención.
—Adelante —giró su cuerpo y se dispuso a atender.
La puerta se abrió y al instante ella dibujó una leve sonrisa.
—Ya sé que se han vuelto inseparables... Es increíble la manera en la que se parece a ti —los ojos de Sophia brillaron al tener frente a ella a sus dos personas favoritas.
—Cuando estoy junto a él me siento tranquilo, logro olvidar que Paolo se encuentra libre y sediento de sangre, con su ternura e inocencia me recuerda cuanto estoy enamorado de ti —se acercó dando pasos cortos y luego besó su mejilla.
»Gracias por haber salvado mi vida en repetidas ocasiones, fuiste lo mejor pude haber encontrado, junto a ti supe lo que era amar y ser amada, cada vez que te veo a los ojos veo a un hombre seguro y capaz de dar todo por mí, así que lo mínimo que puedo hacer es