La ciudad se había coloreado de rojo, y al atardecer, un sin final de parejas caminaban en las calles y los enrojecidos parques. Era un día como cualquier otro, se acercaba el Halloween, y el otoño, la llamada época más romántica, se respiraba en el aire. Arianna se sentía asqueada; nunca más volvería a celebrar ese día que tan solo le traía malos recuerdos. Sacando su perfume, rocío un poco a su alrededor antes de seguir caminando hacia donde Leonardo Prego la había citado.

— Bien, mi barrera anti-amor está listo, el rey calabaza y su improvisado romance siniestro y otoñal, tendrá que irse al carajo está vez. — Arianna aseguró firme.

Una risotada se escuchó tras ella.

— ¿Una barrera anti-amor? Te aseguro que el rey calabaza, que por cierto no tiene nada que ver con el amor, tiene demasiado trabajo estos días para preocuparse de una gruñona — dijo Leonardo acercándose con un enorme ramo de hortensias rojas que extendió hacia Arianna. — Pero, aun así, el ángel en pañales que llega hast