99. El juego ha cambiado
Samira
Las últimas horas se convierten en un torbellino de estrés y tensión, pues esperar nunca ha sido agradable, mucho menos cuándo sabes que la persona que ama puede estar siendo lastimada.
Por eso cuándo Said me insinúo que debía quedarme a esperar noticias suyas con su padre, quién para mi absoluta sorpresa terminó siendo un comandante en jefe muy importante del Mossad, le dije que estaba loco, que o iba conmigo o llegaba por mi cuenta.
Y es por eso que ahora nos encontramos metidos en una sala de espera lo más traumática, me siento a punto de ser interrogada. Todo es blanco y de metal y el olor a desinfectante es tan fuerte que está haciendo lagrimear mis ojos.
—Lo hacen posta—escucho entonces la voz de Said, quién se ha mantenido tenso y callado desde que llegamos.
—¿Qué cosa?—me arriesgo a preguntar y veo cómo él se acomoda en su silla como si no se sintiera a gusto ni en su propio cuerpo.
—Todo, desde el desagradable olor hasta la estúpida espera, todo lo hacen a posta