Morgana
— Deberíamos detenernos aquí, dice Dorian con un tono grave. La magia del lugar es demasiado inestable.
— No aún, digo avanzando un paso. Debo ver qué hay en el centro.
Lucian suspira, pero no intenta detenerme. Todos sabemos que este momento es inevitable.
Tan pronto como pongo el pie en la piedra central del santuario, una onda de energía recorre mi cuerpo. Un grito se escapa de mí, y una visión me envuelve.
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La Visión
El pasado se superpone al presente. Estoy en el mismo lugar, pero el sitio está vivo. Antorchas iluminan la noche, y una multitud se reúne a mi alrededor. Mi cuerpo tiembla bajo el peso de un poder antiguo.
Frente a mí, tres hombres.
Lucian, con sus ojos ardientes de un amor intenso, su mano extendida hacia mí.
Dorian, herido, el dolor en su rostro traicionando una lucha interna.
Y Ezequiel… Una sonrisa amarga, una promesa silenciosa.
— Morgana, murmura Lucian. Debes elegir.
Me ahogo. Esta elección, ya la he hecho. Pero ha llevado a la destrucción. La envid