Sasha
El viento sopla fuerte en el bosque, llevando consigo un murmullo extraño, como una melodía antigua que solo aquellos que han vivido mil vidas pueden escuchar. El cielo, aunque aún brillante, parece casi irreal, como si algo mucho más grande que nosotros se estuviera preparando en la sombra. Adrian y yo avanzamos silenciosamente, guiados por un instinto que me cuesta entender, pero que sé lo suficiente como para confiar en él.
Pronto llegamos, murmura Adrian, su voz llena de una cierta gravedad que me hace estremecer. Sus ojos están fijos en el horizonte, donde el bosque parece despejarse, dando paso a un espacio abierto, un lugar que reconozco. Estamos aquí, sin ninguna duda.
La clara que nos espera es extrañamente tranquila, casi sagrada, como si hubiera sido creada para este momento preciso. Los árboles a nuestro alrededor forman un círculo perfecto, su follaje creando una especie de muro protector. En su centro, hay un viejo templo, en ruinas, pero majestuoso. Las piedras de