—¿Alguien llamó a la policía y eso ya es suficiente? Ella agredió a una persona, ¡casi mata a una madre y a su hijo! ¿Así de fácil se va a dejar pasar? —Félix claramente había perdido la razón; ni siquiera los dos guardaespaldas podían contenerlo.
—Félix, si sigues así, tendré que reportarlo. Que sean tus superiores quienes determinen si estás violando alguna norma —Isabel sacó su teléfono mientras hablaba.
Noté un destello de pánico en el rostro de Félix, pero rápidamente recuperó la compostura.
—Lo siento, me dejé llevar. Solo quería actuar conforme a la ley, eso es todo —Su tono seguía siendo tenso, pero se había suavizado un poco.
—¿Y cuál ley estás siguiendo? ¡Parece que tienes un problema? —Isabel lo reprendió con firmeza antes de volver su mirada hacia mí con una expresión de disculpa.
—Lo siento, ayer lo regañaron y está un poco alterado. ¿Ves...? Te pide disculpas, ¿está bien?
Esta vez no necesitó reprenderlo, pues Félix me miró con rabia contenida.
—Lo siento, por favor, perd