¡Mataste a mi madre!

GABRIELA

—No lo puedo creer, es bellísimo.

Suspiro como la tonta más grande del mundo pero no es importante porque estoy respirando el aire de un lugar maravilloso.

Por fin hemos aterrizado en Milán con la confianza de haber estado pegado en la ventana del avión cuál cachorro y no importa porque se siente muy bien, puede ser exagerado pero el aire es distinto, no es que mi país no sea hermoso pero en términos de explorar, este lugar tiene maravillas históricas por donde se le mire y es un sueño hecho realidad.

Los ojos se me aguada, lo sé y está bien pues el señor Izaguirre me pregunta cómo estoy y lo máximo que hago es sonreír llorando porque esto es un sueño para mí, el papá del hombre que luce como una estatua griega me da un abrazo fraternal riendo mientras le dice a su hijo que sea bueno con su novia trayendo a una realidad de otra cosa que hago mal.

—Señor Izaguirre hay algo que debo decirle— me siento nerviosa pero debo hacerlo— lo que pasa es que— las palabras se me queda
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