— Has enloquecido, Amara — Le responde la mujer — Joseph, desata a la niña, yo me ocupo de ella — Mi padre corre hasta donde me encuentro y empieza a patear el fuego con mucha fuerza.
No quiero que se queme, pero observo como la mujer se vuelve a mirar hacia la hoguera y esta se apaga de inmediato.
Mi padre desata mis pies y manos y me baja de la cruz, me toma en sus brazos y me cierra contra él con todas sus fuerzas.
— Todo ha terminado, cariño. Lo siento, no debí dejarte con ella. Todo estará bien ahora — Susurra contra mi cabello mientras siento los latidos de su corazón acelerado y sus lágrimas humedecen mi cabello.
— No llores papi, sabía que vendrías como en el cuento de Caperucita que llega el cazador — Le digo y escucho como llora un poco más fuerte. — ¿Dónde está mami? — Pregunto cuando logro que me libere y puedo observar el claro, ni mami, ni la her