Capítulo 114. Helena había aprendido a base de golpes que el dolor podía enseñarte cosas que la felicidad no. Y ella había encontrado un propósito: vengarse. No solo de Lukyan, sino de todos los que la dejaron atrás sin mirar atrás. Las veces anteriores no lo había conseguido pero estaba segura de que está vez si lograría llevar a cabo su venganza y acabar con Ada de una vez por todas. Al principio, pensó que en Iván encontraría consuelo. Y, de alguna forma retorcida, lo encontró. No había amor, y mucho menos ternura, pero sí una especie de conexión. Él también lo había perdido todo, él también ardía por dentro. Una noche mientras Iván y Helena estaban en la cama, está comenzó a hablar: —Nos parecemos más de lo que crees, le susurró, con la voz ronca por el whisky. Iván no dijo nada. Solo la miró. Como si no supiera que esa mujer que lo besaba con rabia no buscaba amor, sino armas. Y Helena lo sabía. Sabía que ese vínculo no era real, pero era útil. Y por eso se aferró a él. P
Capítulo 115. Habían pasado ya varios meses desde que Ada y Lukyan había logrado establecerse en su nuevo hogar. Después de tanto caos, de tantas heridas y traiciones, al fin habían encontrado un rincón de tierra neutral donde construir algo nuevo. Aquel lugar, rodeado de bosques, se había convertido en su refugio… aunque la palabra “paz” todavía resonaba en sus mentes de manera lejana. Ada y Lukyan se preparaban para una reunión que llevaba semanas gestándose: la última, la definitiva. Iban a firmar el tratado de paz con los dos consejos. Uno venía del Norte, liderado por antiguos aliados de Lukyan; el otro del Sur. —No va a ser fácil —murmuró Ada mientras se ajustaba la capa—. Todavía hay muchos que no nos perdonan. Lukyan la miró por el reflejo del espejo. Se acercó y le tomó la mano con calma, como solía hacer cuando ella estaba preocupada. —Lo sé, no tienes que preocuparte por nada, yo estoy contigo en esto, todo va a salir bien. Ada asintió, no dijo nada, se mantuvo en s
Capítulo 116. Al fin parecía que la vida de Ada y Lukyan recobraba la calma, por primera vez en mucho tiempo Ada era capaz de conciliar el sueño y no despertarse sobresaltada por las pesadillas. Sergey y Talia habían partido con la intención de formalizar su unión frente a la manada Brigh Moon. Por lo que por primera vez en meses Ada y Lukyan se encontraban solos. La tranquilidad era un lujo del que disfrutaban a cada segundo. Pero como todo lo bueno en la vida de Lukyan y Ada era fugaz en cualquier momento esa calma se podía acabar. Iván llevaba varias semanas preparando el ataque que de una vez por todas acabaría con la vida de su hermano y porque no también con la de Ada. El no se mostraría misericordioso como Lukyan, para el no bastaba el perdón, los quería muertos y enterrados. Junto a Helena y a sus nuevos aliados estaba seguro de conseguir llevar a cabo su venganza de una vez por todas con ellos Había sido Neriah, quien había encontrado la ubicación del pequeño pueblo do
Capítulo 117. Liberarlos no había sido fácil. A Neriah aún le temblaban las manos por el esfuerzo. Había dejado su magia al borde del colapso, llevando a su cuerpo hasta su límite. Pero lo logró. Sacó a Iván, Helena y Liam de esa maldita prisión, donde los habían encerrado sin ningún tipo de compasión. Ahora avanzaban por el bosque con pasos tensos. El silencio entre ellos era espeso, apenas si este era roto por el crujido de las hojas húmedas bajo sus botas. Iván iba al frente, con el ceño fruncido y el cuerpo rígido, como si cada rama que pisaba le recordara que no tenía el control de nada. Helena y Liam caminaban detrás, con la mirada baja. Neriah los seguía de cerca, la última del grupo, vigilando cada sombra con el corazón latiendo a mil por hora. El refugio, no era más que una vieja cabaña de madera semienterrada entre unos árboles torcidos, apareció por fin entre la niebla espesa de la mañana. Un lugar olvidado, parte de la antigua manada de Liam y lejos de las miradas curi
Capítulo 118. El silencio dentro de la cabaña era denso, incómodo. Ada estaba sentada al borde de la cama, con Halley entre los brazos. La acunaba con suavidad, como si así pudiera estirar el tiempo un poco más. La bebé dormía, tranquila, sin saber nada de lo que estaba por pasar. Lukyan no decía nada tampoco. Estaba de pie, apoyado en el marco de la ventana, con la mirada fija en el bosque, pero los pensamientos lejos. Muy lejos. —No me mires así —murmuró Ada sin levantar la vista—. Ya lo hablamos, es lo mejor para ella. Lukyan frunció el ceño. Sus labios estaban apretados, como si morderse la rabia sirviera de algo. —Sí. Pero duele lo mismo. Y dolía. Porque aunque las cosas parecían estar bajo control por ahora, sabían que era solo cuestión de días antes de que el Alfa del Este volviera a atacar. La guerra seguía respirándoles en la nuca. Iván estaba fuera de juego, al menos eso les daba cierta tranquilidad. Era muy pequeña. No entendía nada, pero su sola existencia los hacía
Capítulo 119. El tiempo se acababa. El plazo que había dado el Alfa del Este llegaba a su fin, y la tensión se respiraba como un peso en el aire. Desde que Ada y Lukyan habían enviado a Halley con sus abuelos, habían decidido establecerse temporalmente en el castillo del Norte. Estratégicamente, era el mejor sitio: más alejado de las tierras del Sur, más seguro para su hija, más preparado para la inminente guerra. Lukyan estaba en el salón principal, inclinado sobre un enorme mapa de estrategia junto a Sergey, midiendo cada movimiento, cada posibilidad, cuando un soldado irrumpió, sin aliento. —Mi rey… hay alguien en la entrada. Dice que quiere hablar con usted y con la reina. —¿Quién? —preguntó Lukyan sin alzar la vista. —Iván, mi rey. Y viene acompañado de una mujer. Sergey soltó un gruñido bajo, su cuerpo tensándose como un resorte. Lukyan, en cambio, se quedó congelado. El sonido del nombre de su hermano pareció chocar contra sus oídos, casi irreal. —¿Iván? —repitió, esta
Capítulo 120. Dieciocho años después... El aire de la mañana revolvía su cabello mientras Halley caminaba descalza sobre la hierba húmeda. Desde muy pequeña, había sentido que el mundo se le quedaba pequeño, que en su pecho latía algo más grande que la vida tranquila que llevaba junto a sus abuelos. Allí había crecido: protegida, amada y libre de los títulos que pesaban sobre su sangre. La hija de dos reinos. La heredera de un linaje tan antiguo como poderoso. Pero entre campos dorados y cielos interminables, Halley era simplemente eso: Halley. Una muchacha rebelde, de sonrisa traviesa, de ojos imposibles: uno azul como el océano y otro violeta como una noche de verano. Sus abuelos la habían criado con amor incondicional. Ada y Lukyan nunca la abandonaron, pero la guerra, las responsabilidades y el peso de sus coronas los habían mantenido alejados durante largos períodos. Por amor, eligieron para su hija un hogar donde pudiera crecer lejos de las sombras que envolvían sus nombr
Los primeros rayos del sol acababan de aparecer en el firmamento con mucho esfuerzo se levantó. Ada se fijó en lo vieja y deteriorada que se encontraba su pequeña cabaña. Pero se recordó a sí misma que al menos tenía un techo sobre la cabeza. El viento se filtraba por las pequeñas grietas de las paredes, la pequeña brisa que se filtraba era fría, esa era la primera señal de que la nieve no tardaría en llegar. Miró con preocupación la fina manta que cubría la cama y suspiró, preguntándose si su padre estaría de buen humor hoy y tendría la bondad de darle alguna de las prendas de ropa vieja de las que ya se quisieran deshacer. Necesitaba abrigarse más si no lo más probable es que enfermará. No tardó demasiado en encontrarse parada justo enfrente de la lujosa residencia del Alfa de la Manada Black Mountain, lista para comenzar con las tareas de limpieza del día. En esta casa vive su padre, Henry el Alfa de la manada; su madrastra, Luna Ursula; y su hermanastra Andrea, la princes