19. El amor y la mafia
Bella
Me atravesó un espasmo; uno de esos en los que no tienes ni puta idea de cómo actuar. Uno que me obligó a llevarme las manos a la boca para contener un desgarrante jadeo.
Habían sido demasiado crueles. Sádicos y despiadados.
Di un paso al frente.
Mis piernas, aunque ancladas al piso del barco, flaquearon hasta conseguir desestabilizarme. Por un segundo, creí que perdería el conocimiento, pero eso solo habría complicado las cosas y no podía permitírmelo; debía resistir, porque al final, de eso se trataba ser parte de la mafia
Resistir hasta el final. Resistir pese a la guerra.
Sebastian tenía el torso desnudo. Solo llevaba pantalones y medias, brazos laxos a cada lado de su cuerpo y la cabeza inclinada hacia abajo sin apenas fuerza. Estaba sentado en una silla con las muñecas atadas con cadenas. Estas mismas ascendían hasta abajo y conectaban con las dos argollas alrededor de sus tobillos.
Dios mío, respiraba tan lento que no pude evitar pensar lo peor. Y es que una imagen como a