Clara Evans ha pasado un año trabajando para Donovan Blackwood, un CEO tan imponente como exigente. Su vida es una rutina de silencio y discreción, construida con esfuerzo tras sobrevivir a un oscuro episodio de abuso en su pasado. Clara es meticulosa, reservada y absolutamente determinada a no destacar, pero su jefe, intrigado por su naturaleza estoica y su falta de feminidad, empieza a notar mucho más de lo que ella desearía. Donovan, acostumbrado a manejar el mundo con autoridad, no puede evitar sentirse atraído por la profesionalidad impecable y el aire de misterio de Clara. Sin embargo, a medida que su curiosidad crece, también lo hace el doloroso pasado de Clara, quien teme que su muralla cuidadosamente levantada se derrumbe bajo su mirada.
Ler maisEl reloj marcaba las siete en punto cuando Clara ajustó el cuello de su blusa impecablemente almidonada. El reflejo en el espejo del baño mostraba a una mujer joven de cabello recogido en un moño bajo, maquillaje sutil y ojos cansados, pero decididos. Era un ritual que había perfeccionado en el último año: la armadura que vestía para enfrentar cada día bajo la dirección del hombre que se había convertido en el sinónimo de intimidación en su vida laboral.
Donovan Blackwood, CEO de Blackwood Enterprises, no era solo un jefe exigente; era una figura imponente. Alto, con un porte elegante y una voz que resonaba con autoridad, parecía diseñado para mantener a todos en su lugar con una sola mirada. Clara había aprendido a navegar sus humores con cautela, asegurándose de no sobresalir ni provocar más atención de la necesaria. Ella prefería la seguridad de la sombra, un espacio donde podía hacer su trabajo sin enfrentarse al desdén o las preguntas inquisitivas que parecían ser su especialidad.
Esa mañana, sin embargo, el aire en la oficina tenía un peso diferente. Algo en el ambiente indicaba que sería un día particularmente desafiante. Clara lo sintió al cruzar las puertas de cristal de la empresa, donde la recepcionista, usualmente sonriente, evitó el contacto visual. A lo largo del pasillo, el murmullo de los empleados era más contenido de lo habitual, y al llegar a su escritorio, Clara notó un correo electrónico urgente en su bandeja de entrada.
De: Donovan Blackwood
Asunto: Reunión inmediataHora: 8:00 a.m.No había más detalles, pero no los necesitaba. Donovan rara vez explicaba el porqué de sus decisiones; simplemente esperaba resultados. Clara sintió el familiar nudo de ansiedad apretándose en su estómago mientras revisaba apresuradamente sus documentos, asegurándose de tener todo lo necesario para cualquier eventualidad.
A las ocho en punto, Clara se encontró frente a la puerta de cristal esmerilado que llevaba a la oficina de Donovan. Respiró profundamente antes de golpear suavemente.
—Adelante.— La voz profunda del hombre resonó desde el interior.
Clara entró, cerrando la puerta tras de sí con cuidado. Donovan estaba de pie junto a su escritorio, revisando un archivo con su ceño fruncido característico. Cuando levantó la mirada, sus ojos grises la estudiaron con una intensidad que la hizo sentir vulnerable, a pesar de su postura erguida.
—Señorita Evans.— Su tono era seco, casi cortante.— ¿Puede explicarme por qué este informe está lleno de inconsistencias?
Clara parpadeó, sorprendida. Había revisado ese informe tres veces antes de enviarlo, segura de que cada detalle estaba en su lugar.
—Disculpe, señor Blackwood, pero… ¿podría mostrarme qué errores encontró? Revisé el documento varias veces antes de enviarlo.— Su voz era firme, aunque una chispa de inseguridad brilló en sus ojos.
Donovan alzó una ceja, claramente sorprendido por su respuesta directa. Abrió el archivo en su computadora y giró la pantalla hacia ella.
—Aquí. Las cifras no coinciden con las proyecciones del mes pasado. Esas discrepancias podrían costarnos una relación clave con uno de nuestros principales clientes.
Clara se inclinó hacia la pantalla, estudiando las cifras con rapidez. Su mente trabajó frenética, comparando datos y buscando una explicación. De repente, lo vio.
—Esto es un error en el sistema de integración de datos, no del informe.— Su voz sonaba más segura ahora. —Los datos del mes pasado no se sincronizaron correctamente. Si me permite, puedo corregirlo de inmediato y reenviar el informe actualizado.
Donovan la observó en silencio durante un largo momento, con su expresión indescifrable. Finalmente, asintió.
—Tiene dos horas para arreglarlo.— Se giró hacia su escritorio, dando por terminada la conversación. Pero antes de que Clara pudiera salir, él habló nuevamente, con un tono más bajo.
—Señorita Evans, ¿Siempre es usted así en su trabajo? No es algo que se vea a menudo.
Clara se detuvo, sorprendida por el comentario. No era un cumplido, exactamente, pero tampoco sonaba como una crítica. Finalmente, respondió con cautela.
—Solo trato de hacer mi trabajo lo mejor posible, señor Blackwood.
Donovan asintió, y Clara salió de la oficina con el corazón latiendo rápido. Había algo en la forma en que la miraba, como si intentara desentrañar un misterio que ni siquiera ella comprendía.
A lo largo del día, Clara trabajó sin descanso, inmersa en la corrección del informe y en sus propios pensamientos. Había algo inquietante en la atención que Donovan parecía dirigir hacia ella. No era como el escrutinio habitual que reservaba para todos los empleados; era diferente. Más… personal.
Mientras tanto, Donovan también se encontraba distraído. Había observado a Clara desde que comenzó a trabajar para él, intrigado por su naturaleza reservada y su aparente indiferencia hacia él. La mayoría de las empleadas buscaban su aprobación o incluso coqueteaban abiertamente, pero Clara mantenía una profesionalidad impenetrable. Su vestimenta siempre era correcta, su comportamiento impecable. No había rastros de coquetería ni intento de destacar. Donovan se preguntaba qué historias escondía esa fachada cuidadosamente construida.
Cuando Clara finalmente entregó el informe corregido, era casi la hora de salir. Tocó suavemente la puerta antes de entrar.
—Aquí está el informe actualizado, señor Blackwood.
Él tomó el archivo sin levantar la mirada, revisándolo rápidamente. Después de unos momentos, asintió con aprobación.
—Buen trabajo. Puede irse.
Clara se giró para salir, pero antes de llegar a la puerta, Donovan habló de nuevo.
—Evans, ¿por qué trabaja tan duro? No es solo ambición, ¿verdad?
Clara se congeló. La pregunta la tomó por sorpresa, y el peso de su pasado amenazó con derrumbar la fachada que había construido con tanto esfuerzo. Sin girarse, respondió con una voz neutral.
—Simplemente creo en hacer las cosas bien, señor Blackwood.
Él no insistió, pero cuando Clara dejó la oficina, sintió la intensidad de su mirada siguiéndola hasta que cerró la puerta.
Esa noche, mientras Clara caminaba a casa, no pudo evitar repasar el día en su mente. Había algo peligroso en la curiosidad de Donovan, algo que despertaba en ella una mezcla de miedo y extraña fascinación. Sabía que tenía que ser cuidadosa. Su vida ya había sido marcada por el abuso de poder de un hombre, y no podía permitirse repetir esa historia.
Por su parte, Donovan se quedó en su oficina hasta tarde, repasando el informe y, más allá de eso, reflexionando sobre Clara Evans. Había algo en ella que desafiaba su comprensión, algo que no podía ignorar. Y, aunque no quería admitirlo, estaba decidido a descubrir qué era.
El silencio entre ellos se había vuelto más pesado desde la confesión de Clara. Donovan la miraba con una mezcla de dolor e impotencia, pero sin atreverse a expresar nada que pudiera hacerla sentir aún más vulnerable. Clara, en cambio, mantenía la mirada baja, con las manos apretadas sobre su regazo. Sabía que él estaba procesando lo que acababa de escuchar, que probablemente sentía rabia, pero también alivio porque finalmente había compartido su verdad con alguien.Donovan tomó aire y, con su voz más tranquila y cuidadosa, rompió el silencio.—Clara, sé que esto no es fácil de decir ni de escuchar, pero… ¿has pensado en hablar con alguien? Un profesional, me refiero. Alguien que pueda ayudarte a sobrellevar esto.Clara sintió cómo su cuerpo se tensaba. No porque la idea le pareciera ofensiva, sino porque la asustaba. Buscar ayuda significaba enfrentarlo de verdad, revivirlo una vez más y permitir que alguien más escarbara en sus cicatrices. Y eso era aterrador.—No necesito terapia —
El sonido de los tacones de Clara resonaba en el piso de mármol mientras caminaba por el pasillo de la oficina. Llevaba un montón de documentos en brazos y un café en la otra mano, tratando de equilibrar todo sin derramar una sola gota. Era una mañana tranquila, como cualquier otra, hasta que el aire cambió. Sintió una opresión en el pecho, como si alguien le hubiera colocado una mano invisible sobre la garganta.—Buenos días, Clara. —La voz grave y pausada la congeló en su lugar.Los papeles casi se le resbalaron de los brazos. Su espalda se tensó y un escalofrío le recorrió la nuca. No necesitaba girarse para saber quién era. La voz de Elliot Moreau aún estaba grabada en su memoria, como una pesadilla recurrente de la que nunca podía escapar.Con un esfuerzo sobrehumano, se obligó a girar lentamente. Elliot estaba allí, apoyado contra el marco de la puerta con esa expresión arrogante que siempre había detestado. Vestía un traje impecable, con la corbata ligeramente aflojada, y la som
Cuando el mensaje de Donovan llegó al teléfono de Clara, ella lo leyó inmediatamente. Era un recordatorio breve y casual sobre su salida planeada:"¿Sigue en pie nuestra cena? Puedo pasarte a buscar en una hora."Clara suspiró aliviada. Necesitaba salir de ese apartamento y de la atmósfera opresiva que Leticia había traído consigo. Su madre estaba encerrada en la sala, revisando sus redes sociales como si nada hubiera pasado, mientras Clara aún sentía las heridas abiertas de su última conversación."Sí, por favor. Me vendría bien despejarme. Avísame cuando estés aquí."La respuesta de Donovan no tardó en llegar:"Perfecto. Estoy en camino."Donovan llegó puntual, como siempre. Cuando Clara subió al auto, él la saludó con una sonrisa cálida.—¿Lista para una noche diferente? —preguntó, echándole una rápida mirada mientras conducía.—Más que lista. —Clara trató de sonreír, aunque su mente aún estaba enredada en pensamientos oscuros.Donovan pareció notarlo.—Hoy no hay preguntas difícil
Clara cerró la puerta detrás de ella, suspirando mientras intentaba ordenar sus pensamientos tras la inesperada despedida con Donovan. Sin embargo, la calma que buscaba se desvaneció al escuchar un ruido en la sala. Sus pasos se detuvieron en seco cuando la voz familiar de su madre resonó desde el sofá.—Vaya, llegas tarde. ¿Una cita? —preguntó Leticia, con un tono cortante que mezclaba sarcasmo y juicio en partes iguales.Clara sintió cómo su cuerpo se tensaba al instante. Esa era su madre: elegante, altiva, y con una habilidad innata para hacer que cada palabra pareciera un reproche disfrazado de interés casual.—No es de tu incumbencia, mamá —respondió Clara, intentando mantener la voz firme mientras se acercaba.Leticia estaba sentada con la postura impecable de siempre, como si incluso en los momentos más mundanos necesitara demostrar su perfección. Su cabello estaba perfectamente peinado, y su vestido de diseñador parecía fuera de lugar en el pequeño apartamento de Clara.—Por s
El sol estaba comenzando a alcanzar su punto más alto en el cielo cuando Clara decidió que era hora de irse del parque. Aunque el tiempo con Donovan había sido agradable, especialmente después del pequeño incidente con el perro, sentía que necesitaba un respiro.—Voy a pedir un taxi —dijo, sacando su teléfono del bolso mientras caminaban hacia la salida.Donovan arqueó una ceja y se cruzó de brazos.—¿Taxi? No tiene sentido. Déjame llevarte.Clara se detuvo, volteándose hacia él con una expresión indecisa.—No quiero molestarte, de verdad. Además, mi casa no está tan lejos.—Clara, ¿de verdad piensas que te dejaré ir sola después de nuestra pequeña aventura en el parque? —bromeó, señalando su labio aún ligeramente hinchado—. Es lo menos que puedo hacer después de sobrevivir a un ataque doble: el perro y tu cabezazo.Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.—Insisto, Donovan, puedo ir sola...Él negó con la cabeza antes de que ella terminara la frase.—No voy a discu
La tarde en el parque se tornaba más tranquila, con el sol pintando el cielo de tonos cálidos y el sonido de los niños jugando reduciéndose a un murmullo lejano. Donovan y Clara seguían sentados en el banco, cada uno sumido en sus pensamientos. Fue Donovan quien rompió el silencio primero.—¿Sabías que estudié psicología unos semestres?Clara parpadeó, sorprendida por la confesión inesperada. Giró ligeramente hacia él, intrigada.—¿En serio? —preguntó, arqueando una ceja.Donovan asintió, recostándose contra el respaldo del banco con las manos en los bolsillos.—Sí. Siempre me interesó entender cómo funcionan las personas, sus pensamientos, emociones... esas cosas. Me parecía fascinante.—¿Y por qué no terminaste?Él soltó una risa suave, sin alegría, mirando hacia el horizonte.—Porque mi familia tenía otros planes para mí. Psicología no encajaba con la idea de lo que un Kincaid debía hacer. Así que me "convencieron" de que mi tiempo estaría mejor invertido en algo que pudiera aplicar
Último capítulo