Las lágrimas caían sin cesar mientras Elijan me sostenía con fuerza, brindándome el apoyo que necesitaba, aunque por dentro sentía que me desmoronaba. La escena frente a mí era un caos: Raegan arrastraba a Ricardo fuera de la clínica, forcejeando con él mientras Ricardo lanzaba gritos llenos de odio y rencor. Todo se sentía irreal, como una pesadilla de la que no podía despertar.
—No entiendo nada… Esto es una pesadilla —murmuré, mi voz rota y ahogada entre sollozos.
Elijan me sostuvo por los hombros, mirándome con una intensidad feroz.
—No debes perder el control, Alexa —dijo con firmeza, como si sus palabras pudieran anclarme a la realidad—. Dime quién mierda es el padre y lo traeré aquí, por las buenas o las malas, para iniciar el tratamiento de Remo.
Lo miré, aturdida, intentando encontrar algún sentido a sus palabras, pero el dolor y la confusión me ahogaban.
—Yo… yo solo he estado con Ricardo, con nadie más… hasta que te conocí a ti —dije, sintiendo cómo mi voz se apagaba en un