Capítulo 4: No puedo esperar a que sea solo mía.

Aiden

Verla acostada en esa cama tan frágil, hace que me sienta protector, como un padre y yo nunca me había sentido así, pero al mismo tiempo, ella está atada a esa cama porque por alguna razón un miedo inexplicable entró en mí, miedo de que despierte y huya aun, con ese tobillo hinchado y morado. Sé que está mal, sé que no es la manera en la que ella deba conocerme, no es la primera impresión que debería darle, pero realmente necesitaba alejarla de todos, por su protección, por su integridad, por su vida. Ella no conoce nada de mi mundo, no sabe que el simple hecho de ser humana y ser mi luna, mi compañera, le ha dado un blanco en su espalda. Si no hubiera sentido lo mucho que ella estaba en peligro, ella definitivamente hubiera muerto.

Y no solo eso, una guerra habría empezado, una guerra que no quiero siquiera mencionar, pero en la que definitivamente ella se vería envuelta de la manera más cruel posible y eso me rompería ya que puedo sentir su dolor, aunque ella no sienta el mía, puedo olerla a Kilómetros, puedo amarla aun cuando ella no lo haga, pero sobre todo puedo tenerla aun cuando ella no quiera porque su cuerpo… su cuerpo siempre le pedirá más de mí

Me acerco a ella a revisar que no tenga fiebre y en efecto, tiene una temperatura normal. Me quedo observándola como lo he hecho desde que está aquí, observo sus pecas, sus mejillas rosadas, pero ahora un poco pálidas, sus curvas en ese camisón de seda que le he puesto, su cabello un poco sucio por la tierra y las hojas, la bandita en su frente por el golpe, ¿qué más puedo decir? Lo único que hago es verla, lo único que hago es memorizarla, aprenderme cada centímetro de ella, sobre todo cuando la haga mía, no olvidaré ningún detalle. Escucho que alguien se acerca, un lobo, pero sé que el único que sabe que estamos aquí es Dominico, mi fiel Dominico, al único al que pude confiarle algo como esto. A los pocos segundos la puerta es abierta ya que también tiene llave de la caballa, de modo que, salgo de la habitación, camino por el pasillo, bajo las escaleras y me encuentro a mi amigo devorando la comida del refrigerador.

—Sabes que te estás comiendo su comida, ¿cierto? —los sorprendo con el rostro metido en el refrigerador.

—Sería su comida si al menos ella supiera que está aquí —me contesta con la boca llena para luego terminar de tragar.

—¿Vas a empezar de nuevo? —resoplo alejándome de él y sentándome en uno de los sillones.

—Esto está mal, Aiden. Todos se preguntan dónde te estás metiendo, dónde has estado y la chica, la chica tiene fotos de ella en cada poste y árbol del pueblo, la buscan, ¡¿por qué la tienes aquí?!

—¡Porque es mía! —grito y Dominico solo niega la cabeza.

—Ella no es tuya, así no es como funciona. Ella ni siquiera sabe lo que eres —contesta acercándose a mí.

—Por supuesto que es mía, ella nació para mí.

—En nuestro mundo, en un mundo un poco arcaico, pero la realidad es que ella no es un objeto, ella no tiene dueño. Eventualmente podría amarte, por supuesto, pero si se despierta en una cama, atada, en un lugar que no conoce, y con un hombre que solo ha visto una vez en su vida, créeme que entonces no te amará. ¿No te has preguntado por qué no despierta? ¿Si necesita un doctor, uno real? Lleva casi una semana dormida.

—He vivido demasiado como para no saber cuidarla, la estoy alimentando, la cuido, la protejo, la traje aquí por eso. Si yo no hubiera llegado, la historia sería diferente… —contesto llevándome las manos a la cabeza.

—Lo sé Aiden, pero las cosas se están poniendo feas, pronto el consejo comenzará a preguntar por la chica perdida, comenzarán a preguntarse si los lobos tuvimos algo que ver en eso, y si no está el Alfa allí para disipar esos rumores, entonces estaremos jodidos —yo me río—. ¿Esto te parece gracioso?

—Esos hijos de puta decrépitos ni siquiera me ven como el Alfa al no estar casado, no me consideran un Alfa real, ¿por qué tendría yo que rendirles pleitesía?

—Sabes que eres nuestro Alfa y que todos te respetamos.

—Ellos no —me apresuro a contestar.

—Solo piénsalo, te necesitan allá. Alisson no para de preguntar por ti, está como loca y sabe que yo sé algo. Necesito que me la quites de encima —yo vuelvo a reír.

—¿Te asusta?

—Sí, claro que sí, está loca, Aiden y ella ante esos decrépitos como los llamaste es tu compañera, ¿has pensado todo lo que se viene? ¿todos los problemas que tienes encima?

—Mientras me apoyes, no tengo nada que pensar. Eres el único en quien confío, Dominico —el respira profundo y asiente antes de responder.

—Al menos prométeme que irás pronto.

—Sí, solo quiero estar aquí cuando despierte,

—Y tienes que estarlo. Tienes muchas cosas de qué hablar con ella.

Al final Dominico se fue de la cabaña dejándome a solas de nuevo con Victoria, que es lo que más me gusta. Lo que mi fiel compañero logró averiguar de ella es que se mudó al pueblo porque su madre se volvió a casar, normalmente se muda mucho por los nuevos novios de su madre por lo cual nunca logró entablar relaciones duraderas, como un novio o algo parecido. Se llama Victoria; un nombre hermoso, tiene dieciocho años y como dije, no tiene a nadie. No tiene relación con su padre y al parecer jamás la tendrá porque investigué más a fondo y este murió de sobredosis hace ya un año. No sé si ella lo sabrá, prefiero no comentarlo.

Cuando estoy dispuesto a subir a ver cómo está, escucho un grito, y movimientos bruscos, así que hago el amague de correr hasta allá, pero sé que no le pasó nada, despertó y está asustada, probablemente hambrienta por lo que me acerco a la cocina y en una bandeja comienzo a colocar algo de fruta, jugo de naranja, leche y cereal, lo organizo muy bien sobre el plástico y me encamino hacia la segunda planta.

—¡Alguien ayúdeme! ¡Por Dios, alguien! —ella sigue gritando lo cual en cierto modo me molesta, al ser un lobo puede sentir tres veces más cerca cualquier cosa que mis sentidos perciban por lo que sus gritos son una bomba hacia mis tímpanos.

Me acerco a su puerta cuando los gritos se han detenido, con un poco de esfuerzo por la bandeja la abro y es cuando una vez más, al fin, nuestros ojos vuelven a encontrase. Quiero lanzarme sobre ella, besarla, probar esos labios al fin, pero no puedo, sé que no puedo y que está asustada, muy asustada, puedo escuchar su corazón latiendo a mil, así que me quedo neutro, solo viéndola. Ella parece reconocerme, parece que algo llega a su mente por lo que sus ojos se cristalizan y sus manos atadas comienzan a temblar hasta que sin más se mueve frenéticamente sobre la cama intentando desatarse.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! —grita tan fuerte que parece que su garganta se desgarrará.

—Te harás daño si sigues moviéndote así —le digo, pero ella me ignora mientras continua en su anterior tarea.

Yo entro a la habitación, cierro la puerta y dejo la bandeja sobre la pequeña mesa junto a la puerta y me quedo de brazos cruzados frente a la cama mientras ella sigue moviéndose frenéticamente. Sus movimientos bruscos, sin que ella lo note, hacen que su camisón de seda se levante lo suficiente como para poder ver de nuevo su ropa interior, esa pequeña tanga de encaje en los bordes color beige y ese brasier negro con un lacito en el medio. Ese conjunto que me hizo reír de ternura al tiempo que quise quitárselo

Ella nota mi mirada lasciva sobre sus impresionantes curvas por lo que decide detenerse a lo que yo sonrío de medio lado.

—Que inteligente eres, aunque yo no me quejaría si sigues moviéndote así. Es hasta sexi la imagen frente a mí. Me hace pensar en…

—Por favor —Victoria susurra—, por favor, no me hagas daño, déjame ir, te juro que no le diré nada de lo que me hiciste a nadie, ni mucho menos lo que vi. Te lo juro.

Decido ignorar el hecho de que recuerda muy seguramente con exactitud lo que pasó aquella noche y opto por seguir la conversación por el otro extremo.

—¿Qué es lo que no dirás acerca de lo que te hice? ¿Qué te salvé la vida? ¿Te cuidé, te alimenté?

—Que muy seguramente me tocaste o peor…

—Cuando esté contigo quieres que estés consciente, que seas capaz de disfrutarlo tanto como muy seguramente lo voy a disfrutar yo. Eso de las violaciones no es lo mío —ella baja la cabeza colocándose muy roja, lo que me divierte y me hace pensar que tal vez la chica es virgen.

—Por favor, solo déjame ir,

—Eso no podrá ser —contesto.

—Al menos suéltame, me estoy lastimando.

—Yo no te pedí que te movieras tan fuerte sobre esa cama que te lastimes las muñecas. Cuando yo esté sobre ti o tú sobre mí, entonces tienes el permiso de moverte tanto como quieras —ella aparta la mirada una vez más hasta que la levanta nuevamente.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Por favor, alguien que me ayude! ¡Sálvenme! —comienza a gritar nuevamente por lo que yo ya un poco harto de sus gritos graves y profundos, decido subirme a horcajadas sobre ella, a lo que siento cómo se coloca tensa y deja de gritar,

Sin embargo, suavemente coloco mi mano sobre su boca.

 —No es la clase de gritos que quiero escuchar de ti —le susurro al oído sintiendo cómo su carne se pone de gallina al acto—. No tienes ni idea lo mucho que quiero hacerte mía, lo mucho que te esperé —espero un segundo y continúo diciendo—. Si me prometes que te quedarás callada, en silencio y escucharás atentamente yo te voy a soltar o al menos un poco para que me dejes explicarte por qué estás aquí, por qué te salvé. ¿está bien?

Ella no dice ni hace nada por un par de segundos hasta que asiente y yo poco a poco levanto mi mano de su boca. Ella solo me mira mientras su pecho sube y baja con brusquedad y así en esa posición mientras veo sus ojos hermosos, no puedo evitar notar lo loco que me pondrá está chica solo con un beso, solo con respirar… no puedo esperar a que sea solo mía.

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