Capítulo 3: El inicio del fin.

Victoria

Mientras bajo las escaleras inspecciono un poco más la estructura de la que ahora es mi nueva casa. Paredes viejas, algunos cuadros de Andrea cuando apenas era una bebé, un olor peculiar, como a viejo y una que otra telaraña, sin embargo, no puedo negar la tranquilidad que se siente en este lugar.

El vecindario es callado, por lo que he podido notar, además Andrew parece no ser un pederasta en potencia, en cambio, la que se comportó muy mal fui yo, tampoco es alcohólico como el ultimo novio y nos preparó una cena hecha en casa la primera noche, no las sobras del día anterior como lo hizo Steven, el anterior al último.

Al llegar a la primera planta de la casa me dirijo al comedor donde ya los tres me esperan con sus miradas espectadoras. Noto que hay mucha comida sobre la mesa y no puedo evitar sonreír.

 —Parece que ya sé cómo ganarte; con la comida —comenta Andrew mientras se sirve un poco de pasta.

—No creo que sea la manera correcta, no la verás comiendo mucho, no quiere engordar —le contesta mi madre en un tono peculiar, como si le pareciera una completa estupidez.

—¿Qué se supone que quieres decir con eso? —contesto mientras me siento.

—Nada —contesta haciéndose la inocente.

Y es justo lo que más odio de ella….

En noveno grado cuando la llamaron de la escuela porque robé las respuestas del examen de la oficina del profesor de biología. Ella llegó con su vestido tres cuartos, el que siempre utiliza cuando quiere parecer una dama decente, su cabello rubio recogido en un moño alto, unos zapatos de tacón y el bolso más elegante que tiene, el que compró por quince dólares en una venta de garaje.

Comenzó a gritarme cuando le contaron lo que yo había hecho, se llevó la mano al pecho como si yo fuera una decepción para la familia, se puso roja como un tomate como si la situación la avergonzara y eso, eso me enojó como un demonio porque lo que ella estaba haciendo era mucho peor que lo que yo había hecho, estaba allí con su mascara falsa de madre perfecta y educada. Era una hipócrita y yo quería que se enterara, quería decirle al director que si lo había hecho no era por mi mal comportamiento, era por el mal ejemplo que tenía en casa. Le grité lo mucho que la odiaba y que se veía patética intentando encajar en el prototipo de señora del hogar, y que de todas las cosas que se había podido calzar esos zapatos que se robó del centro comercial había sido la peor elección.

Recuerdo la expresión en su rostro, cómo cambió inmediatamente, dejó de verse apenada a verse realmente enojada, no fingía, estaba realmente enojada así que levanto su mano derecha y me dio una tremenda bofetada; no me inmuté, no dije nada, solo que me quedé allí viéndola mientras el rector de la escuela se levantaba velozmente de su silla y le pedía que se calmara. Siendo sincera no estaba segura si se los había robado o no, pero estaba enojada y esos impulsos son los que cometo cuando me enojo.

—¿Sabes qué, mamá? Disfruta tu cena, espero que te ahogues con ella.

—¡Victoria! —chilla Andrew, en cambio yo me levanto y me alejo de la mesa.

No puedo evitar sentirme mal, sentirme cada vez más sola y desesperada, me siento como si fuera un mueble viejo que ella carga a todos lados y no cómo su hija es por eso por lo que cambio de dirección y decido correr fuera de la casa, abro la puerta de la propiedad y comienzo a correr hacia el bosque porque a pesar de sentirme realmente mal, sé que ese lugar me tranquilizará.

Siempre me ha gustado el bosque, lo que significa para mí es paz, es ese sentimiento de armonía y fidelidad conmigo misma. Me encanta la brisa fresca, el sonido de los árboles, los animales, el poder respirar con tranquilidad, el olvidarme de todo. Fue lo que más me gustó cuando llegué, no sabía que había un bosque rodeando el pueblo, pero fue una sorpresa encantadora. Comienzo a caminar y caminar dejándome llevar por todo lo que mis sentidos logran captar e intentando olvidar a mi madre, pero definitivamente no lo consigo; y es que el simple hecho de pensar en nuestra relación hace que quiera jalarme de los cabellos y gritar fuerte, porque siempre ha sido así, siempre ha sido una bomba nuclear. Siempre he tenido que ver desde lejos las relaciones de otras chicas con su madre, siempre he tenido que anhelar lo que otras tienen, siempre me he sentido fuera de lugar cuando estoy a su lado. Yo jamás tendré algo que contarles a mis futuros hijos sobre su abuela, nada bueno al menos y es lo más triste.

Cuando por fin levanto la cabeza y decido descansar recostándome sobre un árbol, noto que ya no escucho el sonido de las personas, o de los autos pasar, de hecho, ya no escucho nada, solo naturaleza y animales y es cuando mi corazón comienza a latir más fuerte, así que saco el teléfono de mi bolsillo trasero, pero rápidamente noto que tengo muy poca señal por lo que comienzo a desesperarme. Comienzo a ver hacia todas las direcciones notando que lo único que me rodea es bosque y que la noche cada vez está más cerca. No puedo creer que me haya alejado tanto de casa, no puedo creer que fui tan tonta.

Intento caminar un poco en la dirección de donde se supone que vengo, buscando al mismo tiempo siquiera una barra de señal, pero es prácticamente imposible, el teléfono está fuera de servicio y no recuerdo muy bien el camino de vuelta, sin embargo, mi única salida es intentar devolverme por donde considere necesario o por donde mi mente me diga en vagos recuerdos.

Llevo caminando ya varios minutos y sigo viendo los mismos árboles y las mismas ramas en el suelo, el frío se hace más intenso y mis pies duelen como el demonio. El teléfono sigue sin señal y yo estoy cada vez más desesperada, hasta que pasa lo peor, el bosque se queda en penumbra,  

Siento las manos frías y temblorosas por lo que opto por intentar meterlas en los bolsillos traseros de mis jeans, no sé qué hacer, estoy asustada, siento que me congelo y tengo hambre y mucho frío, sin embargo me detengo cuando escucho algo extraño proveniente de un sitio en este bosque más alejado, pero a poco se escucha más cerca, por lo que sin poder evitarlo, sin poder controlar mis emociones, rompo en llanto porque soy una estúpida al venir aquí sin comida, sin linterna, sin compañía, por Dios, acabo de llegar, ¿en qué estaba pensando?

El sonido se intensifica al igual que mis lágrimas y es cuando noto que se tratan de aullidos, como de un perro herido o un lobo, pero no hay lobos en esta parte del país, no sobrevivirían a este clima, los aullidos aumentan mientras que el sonido de fuertes pisadas, graves y grandes aparece, como si una estampida de toros estuviera corriendo hacia mí así que sin importarme poco que mis lagrimas nublen  mi visión corro, corro hacia la dirección que creo que me llevará a casa mientras grito con todas mis fuerzas, incluso sintiendo como mis cuerdas vocales intentan desgarrarse.

—¡Ayuda! ¡Ayuda por favor!

No sé muy bien qué es lo que me persigue, pero no dejaré que me atrape, sigo corriendo mientras miro hacia atrás asegurándome que no llegue a mí lo que sea que me persigue, pero mi torpeza hace que me tropiece y caiga golpeando mi tobillo y posiblemente haciéndole mucho más daño que solo un golpe, cuando intento levantarme del suelo mi tobillo me lo impide, mis manos magulladas me arden y las hojas y la tierra se han adherido a mi ropa.

—Por Dios, ayúdame… —susurro.

La estampida se acerca y es cuando las hojas de los arboles comienzan a moverse frenéticamente como si tuvieran vida propia, como si supieran que algo se acerca. Asustada intento levantarme, pero el esfuerzo en el tobillo hace que suelte un grito desgarrador y mientras hago presión intentando que el dolor se detenga, y es cuando aparece el animal más grande que haya visto.

Parece ser un perro gigante de color café dorado, con patas gruesas que fácilmente podrían aplastarme o dividir mi cuerpo en dos, pero lo que más me causa terror son esos ojos amarillos grandes y los colmillos que salen de su hocico, filosos. El animal y yo nos miramos fijamente mientras yo intento quedarme quieta. Él se acerca a mí al tiempo que yo trato de arrastrarme en el suelo lejos de él, pero sus pasos son enormes, que en segundos lo tengo frente a mí, tan cerca que puedo oler su aroma a perro mojado y su aliento a sangre con otros olores desagradables. El enorme animal comienza a oler algo en mi frente así que llevándome la mano a ella noto que es sangre, al caerme me lastimé la frente. Él se relame pasando su grande lengua por sus colmillos y es aquí cuando siento que todo ha acabado, seré devorada de un bocado por un perro enorme, que nunca podré mejorar la relación con mi madre, que nunca me casaré ni tendré hijos, que estoy condenadamente jodida. Cuando el está dispuesto a abrir la boca siento cómo golpe fuerte lo derriba al tenerlo tan cerca también salgo lastimada, golpeándome de nuevo en la cabeza.

Mi vista se nubla, pero puedo ver que ha llegado otro perro, de color negro, tan negro que casi no puedo verlo en el bosque y en la oscuridad, sus ojos amarillos son los que relucen en medio de ella, el perro negro inmoviliza de un solo movimiento al otro quien con todas sus fuerzas intenta morderlo para lastimarlo, sin embargo, el primero es mucho más grande y temido que él. Mi visión cada vez es menos y ahora son mis oídos quienes me mantienen en la realidad; lo único que escucho son gruñidos fuertes, mordiscos y alaridos hasta que todo se queda en silencio.

Siento que me hule, me toca suavemente con un hocico mojado y lo ultimo que escucho es un llanto, el llanto de un animal hasta que todo se pone negro y me pierdo en esa oscuridad.

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