El viaje al hospital se desdibujaba en el caos.
Victoria se sentó en el asiento trasero del SUV negro, con el cuerpo flácido de Dante extendido sobre su regazo. Sus manos estaban presionadas contra sus heridas, tanto el hombro como la parte inferior tratando de evitar que el calor de su sangre se derramara a través de sus dedos. Su respiración era rápida, desigual.
"Dante, quédate conmigo... por favor..." Victoria susurró, su voz se agrietó mientras las sirenas aullaban afuera.
Félix conducía como un hombre poseído, atravesando el tráfico, ladrando órdenes a través del Bluetooth del coche para asegurar todas las rutas y advertir a sus hombres.
"Llama al Dr. Hamilton. Prepara el ala del trauma. ¡Y dile a seguridad que NADIE se acerque al jefe a menos que yo lo diga!" Félix gruñó.
Esta noticia de que le dispararon no debe filtrarse.
“¡Sí, señor!” Alguien contestó en la línea.
Victoria sintió que la cabeza de Dante se hacía más pesada contra su pecho.
"No, no, no... Dante..." lo sacudió