—Lo sé y tienes toda la razón del mundo, pero…
No me dejó hablar.
—Discúlpame tú a mí —interrumpió—, acabo de pasar un momento un poco irritante con algunos de mis soldados y simplemente estabas aquí en un sitio en el que no pensé que estuvieses… Digamos que… solo me dejé ir y te acusé de algo que probablemente no tengas ni la más mínima idea de cómo hacer.
En eso tenía razón y eso mismo me sacó una sonrisa, una que a la vez lo hizo sonreír a él y terminamos riéndonos como un par de idiotas, de loco,
—Siento todo esto —le dije con calma.
—Yo también siento todo esto…
—¿Saldrías conmigo mañana? —le pregunté directamente.