Alessio
Me gusta mi esposa.
Esa era la verdad que me martillaba el cerebro desde que me pidió que le cortase el liguero y la pude apreciar en toda su gloria, como Dios la trajo al mundo y me sentí eufórico. De eso solo habían pasado dos días en los que la dejé dormir en la cama mientras yo me acomodaba en el sofacama que tenía a mi disposición.
Lo curioso de verla dormir luego de ello, era que el viejo yo quería a salir a reclamarla, mientras que el capo solo quería llevar a cabo su plan, uno que tenía que adaptar para tener en cuenta a su mujer.
Uno que no desviaría por nada del mundo.
—Señor, tenemos todo listo para ir a recoger las armas y demás cosas —notificó Massimo—. Según lo señalado, las contamos, catalogamos y luego las traemos de contrabando en el avión.
—Perfecto —le dije—, solo quiero que cuando estén listas y tengas el número total de socios y agregados, me notifiques para poder ir a hacer las respectivas maniobras de política con los otros clanes.
—¿Le hará respectiva