POV: Aslin Ventura
El olor a desinfectante y sangre vieja me revolvía el estómago.
Abrí los ojos con dificultad, la luz del techo me quemaba las retinas, y un pitido constante martillaba en mis oídos. No sabía dónde estaba. Solo sabía que dolía. Todo dolía. Respirar. Pensar. Recordar.
Intenté mover los dedos. Lo logré. Sentí una aguja en mi muñeca, un suero goteando lentamente.
Estaba viva.
Pero no sabía por cuánto tiempo lo estaría.
Y entonces lo vi.
Apareció en la puerta como una sombra que se niega a morir. Alto, imponente, con el rostro pálido y los ojos como dos abismos vacíos.
Alexander.
Mi corazón se detuvo. El miedo me llenó los pulmones. Era como si me estuviera ahogando en el mismo aire.
Mi cuerpo reaccionó antes que mi voz. Me encogí sobre la cama, como un animal acorralado. La máquina a mi lado pitó más fuerte, alertando que mi ritmo cardíaco se disparaba.
—¿Q-qué haces aquí? —logré murmurar, la voz me salió quebrada, como si hablara con las cuerdas rotas—. ¿Qué sucede?
Pe