La noche cayó con un manto oscuro y espeso sobre la mansión.

La cena transcurría en calma. Aslin cortaba pequeños trozos de pollo y los iba colocando en el plato de Liam, mientras Isabella le hablaba emocionada sobre un dibujo que había hecho más temprano. Noah, con la boca llena, hacía gestos exagerados tratando de contar una historia entre risas. Todo parecía normal. Demasiado normal.

—Y entonces el dragón se cayó en el lago y se mojó todo —decía Noah, moviendo los brazos como si pudiera ilustrar su cuento.

Aslin sonrió, intentando seguirle el ritmo. Les respondió con dulzura, pero por dentro… algo no estaba bien.

Había un peso en su pecho que no sabía explicar.

Un nudo en la garganta que no se iba.

Era como si el aire en la mansión se sintiera más espeso, más frío. Como si las paredes susurraran una advertencia que no podía entender.

—¿Mami, no te gusta la comida? —preguntó Isabella, frunciendo el ceño.

Aslin parpadeó y reaccionó. Levantó la mirada y se obligó a sonreír.

—Claro qu