Ethan no respondió. Solo mantuvo la mirada fija en Alexander, con los dientes apretados y la mano cada vez más cerca de la pistola. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Aslin lo miró, aterrada, negando con la cabeza, suplicante.
—No lo hagas… por favor —susurró, apenas un hilo de voz.
Pero Ethan ya lo había decidido.
Sacó el arma en un movimiento rápido.
Un disparo cortó el aire.
El cuerpo de Ethan se sacudió hacia atrás. El impacto lo lanzó contra la puerta del SUV. Aslin gritó.
—¡NO! —su voz desgarró la noche mientras veía a Ethan caer, con una mancha roja extendiéndose por su camisa.
El silencio que siguió fue más aterrador que el disparo. Solo se escuchaban los sollozos de los niños. Isabella temblaba en brazos de su madre, y Noah, pálido, apretaba la mano de Liam.
Aslin no podía moverse. El miedo la había congelado. Sus ojos, abiertos de par en par, seguían fijos en el cuerpo inmóvil de Ethan. Luego los alzó hacia Alexander, que se acercaba con calma, como si nada hubiera