— No, déjame por favor —suplicó Charlotte, y ese hombre negó riendo.
— No te dejaré, ahora eres mía, tu querido Damián no podrá salvarte —dijo él volteando a la humana boca abajo y Charlotte lloró con más fuerza.
— Te lo suplico, déjame.
— ¡Charlotte, tienes que despertar! —gritaron, cerca de su oído y abrió los ojos.
— Damián, no puedo —lo abrazó.
— Ya, estoy aquí contigo —el alfa tensó el cuerpo al sentirla tan débil, sus pesadillas, por lo que estaba viendo, eran horribles y ella apenas era una chiquil