4. Necesito una mamá

Cada cierto tiempo miraba de reojo o mejor dicho cuando sentía la mirada curiosa de su acompañante ese día. Llegaron en poco tiempo al restaurante donde fueron atendidos de inmediato por un mesero que los condujo hacia un reservado por órdenes de Damián.

Una vez que estuvieron cómodos les fue servido vino tinto y Charlotte se sintió como si fuera una persona importante ese día.

— Bueno, señorita Adams, hábleme un poco de su vida —dijo Damián, bebiendo de su copa de vino, y Charlotte negó con la cabeza.

— No sé qué decirle. No me gusta hablar de mí —mordió su labio, otra vez ese día.

— Señorita Adams, le sugiero que deje de morderse el labio o me veré en la obligación de hacer cosas de la que no me voy a arrepentir después —ordenó un tanto serio, y ella suelta su labio de forma inmediata—. Ya que no quiere decirme nada de su vida, hay que comenzar la entrevista —ordenó con voz, dura e intimidante.

Después de unos cuantos intentos fallidos en tratar de calmar sus nervios, suspiró.

— Bien —ella gimoteó—. ¿Cómo hizo para convertirse en uno de los empresarios más codiciados de todo el mundo?

— Pues no hice absolutamente nada, las personas me consideran así por el simple hecho de ser una persona dura con mis empleados y por rechazar muchas propuestas íntimas de personas que se acercan a mí —dijo, como si hablara del clima.

— O sea, ¿Usted no está interesado en nadie en estos momentos, señor Walter? —preguntó mordiéndose el labio.

Damián, al ver lo que Charlotte había hecho otra vez, le envió una de sus tantas miradas para que dejara de morderse el labio de esa forma y Charlotte no pudo evitar sonrojarse.

— Yo en ningún momento he dicho que no esté interesado en nadie, yo solo le dije que he rechazado muchas propuestas.

— Según lo que estuve investigando de usted, se dice que se le ha visto con diferentes personas en las reuniones que ha ido ¿Qué tiene que decir sobre eso? —la humana se apoyó en la mesa.

— Pues, no me gusta ir únicamente a las reuniones —respondió sin importancia alguna.

— ¿Ninguna de esas personas con la se le ha visto significan algo para usted?

— Pues hasta ahora ninguna. Como le dije anteriormente, ninguno de ellos significan algo para mí — se acercó más a ella, y la humana se alejó de su alcance.

— Así que… ¿Usted ha tenido algún contacto con ellos? ¿Usted ha tenido relaciones íntimas tanto con mujeres y hombres? —bebió de su vino.

— Señorita, soy abiertamente bisexual —respondió simple, y Charlotte se atraganta con el vino, eso la tomó desprevenida.

— Cambiemos de tema —sus mejillas tenían ese rojo carmesí una vez más y Damián se lo encontró demasiado hermoso como para que alguien lo tuviese—. ¿Cómo construyó su primer hotel? —preguntó enseguida.

— Pues fácil. Tenía una pequeña herencia la cual mi abuela dejó a mi nombre antes de morir y con eso fundé mi primer hotel aquí mismo en Doncaster.

— Aquí dice, que usted tiene un hijo. ¿Es cierto?

— Sí —respondió con naturalidad—. Michael es su nombre, no me gusta hablar de él por cuestiones personales.

Después de eso ella siguió haciéndome más preguntas acerca de mi vida.

— Bien, señor Walter, eso es todo —apagó la grabadora—. Muchas gracias.

— No es nada, Charlotte —le guiñó un ojo—. Si eso es todo, creo que es hora de pedir la comida —informó, y Charlotte asintió feliz.

Mientras la miraba comer en silencio, ella miró a su alrededor del lugar de donde estaban en ese lugar era donde se encontraba un dominante y su sumiso. El sumiso estaba en el piso con la posición de reposo.

— Señor Walter, ¿Por qué ese señor está sentado en el piso? — preguntó, con curiosidad, limpiándose los labios.

— Charlotte, ¿Has escuchado hablar del BDSM? —asiente—. Ellos están haciendo eso.

— Ah, ¿Por qué él tiene un collar en el cuello? —preguntó. 

— A lo mejor es su sumiso permanente o porque quiere que sepan que es sumiso y que nadie lo puede tocar —respondió y ella muerde su labio—. ¿Qué te dije acerca de morderte el labio?

— Qué no me lo muerda. Lo siento, señor —la pobre humana bajó la mirada.

— Si te lo vuelves a morder me veré obligado a hacer algo, que estoy seguro de que no me voy a arrepentir —tomó de su copa de vino.

— ¿Qué cosas, señor Walter? —preguntó nerviosa.

— Cosas que a mí me hará sentir bien, hacértelas y a ti van a fascinarte.

— Señor Walter, perdón por la pregunta ¿Usted está en este tipo de prácticas?

— ¿Por qué preguntas eso? —frunció el ceño.

— Porque una persona que sepa para qué se utiliza ese collar en el cuello debe de estar muy involucrada en ello.

— Eso no interesa ahora, Señorita Adams —Charlotte hace un puchero, en verdad desea saber la respuesta a eso, pero Damián no se la dará tan fácil—. ¿Ya terminó de comer?

— Sí, señor Walter —dijo mordiéndose el labio, nuevamente.

— Adams —dijo el alfa en forma de regaño, ella me miró confundida, pero después entendió lo que le estaba tratando de decir.

— Lo siento.

— Aquí está su cuenta, señor —dijo el mesero. Dejó la cantidad de dinero que dice la carta y una propina considerable.

— Nos vamos — le tendió la mano y ella la tomó. Se coloca su mochila en su hombro.

Salieron del restaurante con algunas miradas conocidas para Damián, sobre ellos. Mientras que Charlotte estaba tan sumida en sus pensamientos.

— ¿Dónde te llevo? —preguntó encendiendo el auto.

— ¿Me puede llevar a la universidad? —preguntó un poco tímida—. Allá es que me estoy quedando.

— Si, no te preocupes —respondió comenzando a conducir.

En poco tiempo habían llegado a la universidad y Charlotte de inmediato se bajó.

— Gracias por traerme —agradeció apoyándose en la puerta del copiloto.

— No es nada, espero que esta comida se repita —respondió, con una sonrisa, seductora.

— Yo también, señor Walter. Nos vemos —despidiéndose.

Llegó a la empresa y justamente cuando se iba a bajar vio algo en el piso del coche. Charlotte sin querer había dejado caer la grabadora. 

Con una estúpida sonrisa fue en busca de su hijo a la escuela, puesto que era la hora de salida de este. Llegó y lo que le dijo primero lo dejó atónito. 

— Papá —Michael besó su mejilla—. Necesito una mamá.

— ¿Por qué me estás diciendo ese tipo de cosas ahora? ¿Qué pasó? —se detuvo cerca de su auto para inspeccionar el rostro de su hijo, ya que estaba muy rojo y parecía ser que había estado llorando.

— Todos se burlan de mí por qué no tengo mamá —el pequeño sollozó—. Dicen que no soy un alfa completo por esa razón y no es cierto.

— ¿Y si te digo que ya tengo a tu mamá?

— ¿De verdad?

— Sí, solo que tienes que esperarte un poco, porque ella todavía no lo sabe.

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