3. Anda porque no vas a atenderlos.

Ese lunes por la mañana parecía que no sería su día de suerte, Fleur no solo llegaba demasiado tarde a su trabajo, también estaba cayendo un diluvio sobre ella, por lo que tuvo que perder aún más tiempo buscando su paraguas antes de salir de casa, sus pasos eran rápidos y pesar de que las calles estaban inundadas con agua.

—Debes llamar a los de soporte y hacer que ellos arreglen ese problema.

La respuesta que obtuvo a través de su móvil, solo hizo que Michael enfureciera, lo que llevó a aumentar la velocidad de su auto justo en ese momento, sin darse cuenta de que una joven estaba parada en el cruce de peatones esperando el paso mojándola por completo.

—¿Qué no puedes conducir con cuidado?— le grito Fleur al dueño del auto, aun así era imposible que esté le hubiera escuchado, por lo que solo se conformó con ver el número de sus placas. No se le olvidaría.

Justo cuando pensó que nada podía ser peor, su jefe, quien jamás llegaba temprano, se encontraba esperándola en la entrada del restaurante donde trabajaba.

—Señorita Fleur, ¿Es consciente de la hora que usted está llegando? — la regañó su jefe, quien la amenazó con quitarle un par de horas de su salario.

Fleur no tuvo más que morderse la lengua y no llevarle la contraria a su jefe y sonreír que más le quedaba, así era la vida del empleado, el jefe ponía las normas y ella debía acatarlas al menos si quería seguir trabajando y cobrar su sueldo a final de mes.

La mañana siguió su ritmo. El día parecía mejorar para ella, pero fue justo en ese entonces que se dio cuenta de que había caído justo bajo la ley de Murphy. Porque justo en ese precisó momento entraba nada más y nada menos que Michael Lewis, el tipo con el que había despertado el fin de semana, acompañado de su hijo, quien solo fue verla y ponerse contento.

Así que su día paso de mal a peor en tan solo un momento.

—Anda porque no vas a atenderlos — la apuró una de las chicas casi empujándola para que caminara en dirección a los recién llegados.

—Bienvenidos, mi nombre es Fleur y voy a ser su camarera esta mañana.

Michael ni siquiera volteo a verla, a pesar de que su voz le sonaba, como si en el fondo también maldecía haber entrado en ese preciso restaurante donde estaba la joven, dejó que los acompañará hasta la mesa y les entregó la carta de comidas.

Su hijo, quien ahora que había encontrado a la persona que había decidido que sería su nueva mamá, no quería irse pronto de allí, empezó a pedir cada uno de los platillos que había en el menú de la mesa.

Fleur observó impotente como el hombre dejaba que su hijo pidiera todo lo que se le antojara, por lo que ella trató de persuadir al pequeño y convencerlo de que no sería capaz de comerlo todo, aunque pudieran pagarlo le parecía un gran desperdicio de comida, en el barrio que ella residía había mucha gente que pasaba hambre y que las personas con dinero hicieran esos desperdicios de esa manera le molestaba mucho.

¿Por qué no lo donaban si tanto les sobraba?

—No crees que es demasiado, tú solo no podrás comerte todo lo que estás pidiendo—

No era la intención de ella llamarle la atención al hijo de alguien más; sin embargo, le parecía un desperdicio de comida y tenía ganas de decirle cuatro cosas a ese hombre por no saber educar bien a su hijo.

El pequeño ni siquiera pareció escucharla y siguió exigiendo que le trajeran todo lo que había pedido, se subió sobre la silla y empezó a gritar y exigir lo que quería.

—¡Quiero todos los platos que hay en el menú de niños!— decía una y otra vez haciendo que todos voltearan a verlo y la gente empezara a cuchichear en el bar.

— Siéntate Michael — ordenó el hombre— yo voy a comprarte todo lo que tú quieras.

El padre del niño ni siquiera se dignó a mirarla, simplemente se paró, se dirigió a la caja registradora y pago por todo lo que había en el menú de niños para que le sirvieran a su hijo lo que había pedido.

Se sentó sonriendo y luego le sacó la lengua a Fleur, para demostrarle que había ganado y que su padre siempre le daba todo lo que él quería.

Fleur no podía hacer más nada, más que esperar por cada uno de los platillos y servírselos, al fin y al cabo para eso le pagaban para servir a los clientes, no para meterse en sus asuntos, si ese hombre quería mal criar a su hijo era su problema.

—En serio pago todo el menú para niños,

Fleur no decía nada, mientras sus compañeras murmuraban, simplemente se mantenía callada, suficiente era con que su padre se hubiera parado a pagar todo lo que su hijo había pedido.

—¿Fleur estás bien?

Le preguntó la cocinera, por supuesto que no lo estaba, pero ¿qué más podía hacer?

Se limitó a llevar cada uno de los platillos a la mesa.

—Provecho— se despidió de tanto del padre como del hijo.

—¡Fleur come conmigo!— pidió el pequeño.

Ella le sonrió al pequeño, agachándose sobre sus piernas para quedar a su altura —me gustaría hacerlo, pero estoy trabajando y a mi jefe no le gusta que coma con los clientes, así que come todo por favor.

El pequeño se cruzó de brazos tomando la misma postura de su padre.

—¡No comeré si no comes conmigo!

Fleur se quedó sorprendida al escucharlo, buscando la ayuda de su padre más Michael parecía no prestarle atención a ella.

—Pero estoy trabajando, no puedo sentarme a comer contigo — trataba ella de explicarle al pequeño quien no paraba de gritar y de llorar diciendo que si ella no comía con él no comería nada

Michael volvió a levantarse solo para hacer que la joven se sentará a un lado de su hijo.

—Por favor siéntese o haré que sea la última vez que trabaje en este lugar o en ningún otro sitio— susurró a su oído.

Tanto fue el escándalo que el gerente salió a ver que era lo que ocurría.

Por supuesto que el gerente la llamo, tratando de saber por qué tanto escándalo.

—¿Me quiere explicar por qué tanto alboroto?

Fleur no encontraba la manera de explicar por qué el pequeño no dejaba de llorar, sin culpar al padre, quien parecía no querer hacer nada para calmarlo.

—No lo sé, el pequeño simplemente empezó a llorar.

—No comeré a menos que Fleur coma conmigo.

Michael, cansado de que su hijo no dejara de llorar y de que ese hombre se hubiera llevado a Fleur, camino hasta donde estaban ellos.

—Mi hijo desea que ella se siente a comer con él, pero ella insiste en que no puede porque está trabajando, ¿Dígame cuánto le paga al día?

El gerente se quedó pasmado por la pregunta del hombre, aun así le dio el monto del salario de Fleur.

—Bien, pagaré diez veces más su salario, la contrato por todo el día.

Fleur no podía dar crédito a todo lo que escuchaba, sobre todo no podía dar crédito a lo que pasaba entre su jefe y el padre del niño.

—Señor, tengo mucho trabajo, no puedo sentarme a comer con el pequeño.

—Le daré 10 veces más si le permite sentarse a comer con mi hijo.

El gerente casi se le fueron los ojos al ver el dinero, sobre todo si él era quien lo recibía.

—Fleur el día de hoy atenderás a este caballero y a su hijo a menos que desees dejar de trabajar aquí. ¿Me has entendido?

Fleur no podía permitirse perder ese trabajo, era el único que hasta ahora le había permitido llegar al mes casi sin problemas gracias a las propinas que ganaba, además del sueldo.

—Está bien, comeré con el pequeño.— respondió resignada, dejando que Michael la volviera a obligar a tomar la silla que estaba a lado de su hijo y sentarse fingiendo una sonrisa que para nada tenía ganas de hacer.

Se sentía humillada, más eso parecía no importarle al hombre, es más, parecía disfrutar de verla enojada.

—¿Se siente bien obligando a alguien a hacer las cosas?— le preguntó a Michael, estaba enojada más, no importaba, es más, parecía que todo lo que hacía y la molestaba a ese hombre, no le importaba, parecía que a ese hombre solo le importaba el mismo.

Por lo que se centró en el pequeño haciendo que comiera.

—Me gusta comer contigo Fleur— le dijo el pequeño.

—A mí también me gusta comer contigo — le dijo al pequeño.

Él no tenía la culpa de ser así, era la culpa del padre quien parecía feliz de hacer de su hijo un niño malcriado dándole todas las cosas que le pedía en lugar de mostrarle lo que estaba bien y lo que estaba mal.

Terminaron de comer y Fleur se despidió del pequeño, al padre le dedicó su mejor mirada llena de odio.

—Espero que haya quedado complacido— le menciono ella a Michael llena de rabia, más este no dijo nada, solo le sonrió.

—Debería de agradecerme, es más, bien podría aprovechar que la he contratado por un día y así salir de aquí y disfrutar de su día libre, le he pagado a su jefe muy buen dinero.

Ella no quería dejar de estar enojada, pero tenía razón, su jefe no había tenido ningún reparo en tomar el dinero de Michael, en ese sentido y venderla por un día, ¿Así que por qué no disfrutar?

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