—¿Debería tener miedo? me preguntó mi madre mientras caminaba de vuelta del garaje con una pequeña hacha.
-Siempre -murmuré, pasándola en el mostrador de la cocina y subiendo las escaleras.Decidí tomar el asunto en mis propias manos, en lugar de contratar a alguien, yo mismo cortaría las pequeñas ramas que sobresalían en la casa. El hacha haría el trabajo.-¡Eso sí, no te lastimes! -gritó detrás de mi-. ¡Eres fuerte para hacerlol -Y rodé mis ojos mientras desaparecía en las escaleras que llevaban al desván.Se encontraba medianamente decente desde que se mantenía sobria. De vez en cuando trataba de hacer bromas. A veces me reía, pero no delante de ella. Todavía quedaban cosas por arreglar entre nosotros, una grieta la cual ya no me interesaba reparar.Pero mantuvimos una rutina. Mantuvo el nivel e hice lo mismo.Arrastrándome a través de la pequeña ventana en nuestro oscuro tercer piso, maniobré en el árbol y me moví hacia el tr