Julia observaba la escena, a punto de poner los ojos en blanco. Realmente era una actriz increíble. Andrés miró a Cristina alejarse, apretando los labios. Julia, al ver su expresión, resopló:
—¿Qué? ¿Te da lástima?
—No he dicho nada, ¿o sí?—respondió Andrés con resignación. —¿Aún quieres que te ponga la medicina?
Ella no respondió. Andrés la llevó al sofá, le levantó el rostro y le aplicó un poco de ungüento.
—No deberías enojarte por todo. Debes controlar ese temperamento—le dijo mirándola fijamente con ternura.
Julia hizo un puchero. Andrés continuó:
—Ya te dije que le asignaré profesores y criadas. No estará sola.
—Ya entendí—dijo ella, sabiendo que insistir sería irracional.
Andrés preguntó:
—¿Aún quieres pasear por el jardín?
—Vamos—respondió ella.
Salieron juntos, tomados de la mano, caminando en silencio por el jardín. De repente, Julia vio un grupo de pensamientos y se sorprendió.
—¿Por qué hay pensamientos aquí?
—Los mandé plantar hace dos días—contestó Andrés.
Julia lo miró.