Cierro el grifo cuando limpio los restos de sangre que fluyeron de mi nariz y por el espejo miro a Jess con una sonrisa inocente.
— ¿Lo siento?
—Sabes que soy alérgica a eso —señalo la cabeza del cachorro que se asoma de su bolso botando baba.
— ¿Y yo que iba a saber que se te rompían los vasos?
Nos quedamos en silencio, la recorro de arriba abajo fijando la mirada en una gota roja en su camisa.
— ¿Te salpicó sangre? —agita la cabeza—. Sal de aquí —me recuesto del lavado, viéndola esconder el cachorro que empieza a chillar.
Sabe muy bien que no es por él que estoy sangrado, en un factor, pero el