Herseis había llegado a las oficinas de Astral Group con una mezcla de concentración y calma. Aquel era un día especial, ya que estaba a punto de presentar uno de sus proyectos más ambiciosos ante la junta. A pesar de que siempre mantenían un comportamiento profesional, los encuentros con Helios en aquel contexto le hacían sentir una emoción que apenas podía ocultar. Sabía que Helios la estaba esperando, y al cruzar el umbral del edificio, una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras imaginaba la breve conversación que tendrían antes de la junta.Al acercarse a la oficina, pudo ver que la puerta no estaba completamente cerrada. No le dio demasiada importancia, aunque, por cortesía, decidió no abrirla de inmediato. Su paso fue silencioso, y con suavidad la empujó. Sin embargo, al entrar, la imagen que se encontró frente a ella la detuvo en seco.A unos metros, Helios estaba abrazando a una mujer de cabello rojizo, en un gesto demasiado íntimo, demasiado cercano. Aunque la mujer e
¿Quién era ella? Fue lo primero que cruzó por su mente. ¿Por qué nunca se lo había comentado? No había visto nunca a esa mujer, pero la forma en que Henrietta se había acercado a Helios, la facilidad con la que él la había abrazado, como si fuera algo natural, algo que no requería pensar, le provocaba una sensación de angustia que no podía explicar.Se encontró mareada, sofocada, como si el aire de la habitación se hubiera vuelto más denso de repente. Había miedo en su pecho, un miedo profundo e irracional. Sabía que Helios no haría nada para lastimarla, que no era ese tipo de hombre. Su sentido de la justicia, de la rectitud, siempre había sido una de las razones por las que confiaba tanto en él. Pero, a pesar de todo eso, una descarga eléctrica recorrió su cuerpo, un rayo de incertidumbre que la dejó paralizada.Helios se dio cuenta del cambio en ella de inmediato. Sabía que lo que Herseis estaba sintiendo en ese momento iba más allá de la confusión. Había algo que se había activado
El roce casi accidental, el abrazo de Helios hacia Henrietta, esa pequeña confusión que hubiera sido insignificante en otras circunstancias cobraba una magnitud casi irreal para ella. Y entonces, sin poder evitarlo, su mente retrocedió a aquellas primeras conversaciones con Helios, cuando le había preguntado sobre otras mujeres. Su respuesta fue franca: sí, había tenido relaciones antes. Nada importante, pensó en ese momento; era parte del pasado, algo que no debía empañar su presente juntos. Pero la sensación era otra ahora. Al verlos juntos, con esa facilidad y familiaridad, su instinto y su intuición como mujer le gritaban una verdad que no quería escuchar.“¿Acaso fue Henrietta la primera?”Era una pregunta que latía dentro de ella, aunque no tenía certeza. Y eso lo hacía más cruel, pues su mente comenzaba a tejer historias, escenas imaginarias entre ellos dos, intentando desentrañar si alguna vez Helios se había sentido atraído por esa mujer que ahora estaba de pie frente a él, m
El restaurante al que Henrietta lo había llevado era elegante, un lugar privado donde las luces tenues creaban una atmósfera íntima y los comensales conversaban en susurros. El lugar parecía diseñado para permitir confianzas y cercanías, pero la realidad es que Helios apenas notaba el entorno; su mente volvió una y otra vez al último cruce de miradas que había tenido con Herseis. Era como si, al girarse hacia ella, hubiera visto un leve destello de tristeza en esos ojos claros. Esa expresión casi imperceptible en su rostro seguía resonando en su interior.Henrietta lo observaba con una sonrisa, mientras dejaba su bolso de mano sobre el asiento y se acomodaba en la silla. A pesar de la distancia emocional que Helios intentaba mantener, él se daba cuenta de que Henrietta seguía disfrutando de la atención que su presencia generaba; su mirada permanecía fija en él, casi devorándolo con su intensidad. Llevaba un elegante conjunto negro que se ajustaba perfectamente a sus curvas y que desta
Helios volvió al trabajo y al anochecer regresó al penthouse. Se encontró con Herseis en el cuarto del bebé, luego de que la niñera se fuera a su propio apartamento. La vio y se acercó a ella, mientras contemplaba al bebé dormir en la cuna.—Buenas noches —dijo Helios con seriedad. Le tocó el hombro.—Buenas noches —respondió Herseis, mirando hacia él y dedicándole una sonrisa afable.—Algo pasó en la oficina —comentó Helios con serenidad—. Creí que eras tú. Me disculpo por mi error. Eso jamás volverá a pasar.—Lo sé —dijo Herseis, tranquila—. Sé que tú no me engañarías. No dudé de ti ni un instante, solo me causó una gran impresión.Helios deslizó sus manos con suavidad desde las caderas de Herseis, envolviéndola en un abrazo que parecía querer decir lo que sus palabras no alcanzaban. Ella levantó la mirada hacia él, con sus ojos brillando con una mezcla de comprensión y algo más profundo, algo que habían contenido por tanto tiempo. La confianza que Herseis había demostrado al decir
Helios se quedó inmóvil, escuchando las palabras de Herseis como si no fueran más que un eco distante. Era como si alguien hubiera apagado la luz en una habitación cálida y tranquila, dejando solo el frío y la oscuridad. Nunca había esperado escuchar algo así de sus labios, y su mente se resistía a procesar lo que estaba sucediendo. Cada palabra de Herseis se incrustaba en él, y una corriente de incredulidad y pánico lo envolvía. ¿Había hecho algo mal? ¿Había alguna señal que no había visto, algún error que había pasado por alto? Pensar en la posibilidad de que ella realmente deseara irse lo desmoronaba, y en ese instante, Helios sintió una vulnerabilidad que jamás había conocido.Por primera vez en mucho tiempo, el control que tanto valoraba se desvanecía, y en su lugar quedaban el miedo y la incertidumbre. Frente a él, Herseis lucía tranquila, serena, pero Helios sabía que debía de haber algo más. Quería atravesar esa barrera de serenidad, averiguar qué era lo que realmente estaba p
La mente de Herseis recorría con dolor los recuerdos: la primera vez que se miraron con aquella intensidad inexplicable, los días en que compartieron secretos y sonrisas en el penthouse, las noches en las que el deseo ardía como una llama imposible de extinguir. Y entonces estaba Horus, su bebé, la unión perfecta y tangible de su amor, un pequeño ser que atestiguaba la pasión y el cariño que habían compartido. Mirar a Horus era reconocer, una y otra vez, el amor que había florecido entre ellos. ¿Cómo podía irse sabiendo que en esos ojos claros vería a Helios cada día? Su corazón se desgarraba, pero se mantenía firme en la decisión que ella misma había tomado.Helios la sostenía entre sus brazos, su mirada seria y penetrante mientras sentía cómo las emociones invadían su propio ser. Él, que siempre había logrado mantener una postura controlada, que había enfrentado el mundo con una serenidad inquebrantable, se sentía ahora indefenso frente al dolor que crecía en su pecho. No entendía e
A la mañana siguiente, los dos se trataron con normalidad, pero había una nueva seriedad y formalidad entre ellos. Se despidieron de palabra, esta vez sin beso.Helios permanecía sentado en su amplia silla de cuero, su mirada perdida en la pared, como si estuviera viendo algo invisible que ocupaba cada rincón de su mente. La oficina, normalmente llena de energía y movimiento, se sentía densa y sombría, pues el silencio que Helios había mantenido hasta ese momento hablaba más que mil palabras. Henry se había detenido a media explicación, notando la distracción de su amigo, mientras Helios, absorto en sus pensamientos, no había escuchado ni una sola palabra de lo que él había estado diciendo.Henry lo observará con curiosidad, incluso con algo de preocupación. Conocía a Helios desde hacía años, sabía de su rigor y profesionalismo inquebrantables, de la templanza que mantenía incluso en las situaciones más complicadas. Verlo ahora así, completamente desconectado, lo descolocaba.—¿Qué su